De la serie de películas sobre la maternidad que nos lleva ofreciendo el cine español reciente, de “Cinco lobitos” (Alauda Ruiz de Azúa, 2022) a “Mamífera” (Liliana Torres, 2024) o “Salve María” (Mar Coll, 2024), puede que “Sorda” (2025; se estrena hoy), de Eva Libertad (Molina de Segura, 1978), sea la que se acerque a los temores de ser madre de manera más cruda. Primero, porque parte de un punto de partida más radical que las anteriores obras, ya que la protagonista, Ángela (Miriam Garlo), es una mujer sorda que va a tener un bebé con Héctor (Álvaro Cervantes), que es oyente. Segundo, porque Libertad muestra todos los miedos, contradicciones y errores de su protagonista con una honestidad sorprendente y sin condescendencia.
“Sorda” amplia y profundiza en el material del cortometraje anterior de Libertad, de título homónimo (2021) y también protagonizado por Garlo. Si en aquella pieza observábamos el momento en que el personaje se entera de que está embarazada –y el torbellino emocional que le provoca–, en el filme con que la cineasta murciana debuta en el largometraje se enseña prácticamente el proceso entero de conversión en madre, desde la noticia del embarazo al parto y los primeros años de crianza. El arco temporal se extiende, así pues, para dar cabida a los problemas y escollos de la ecuación maternidad y sordera. O más bien para que la experiencia de la maternidad amplifique la difícil situación de las personas sordas en un mundo que no está hecho para ellas.
El guion, también firmado por Libertad, se mueve mediante la adición de conflictos y tensiones relacionados con el tema embarazo y sordera. Hay dos o tres momentos en el primer tramo de la cinta que ejercen de contrapunto narrativo –por ejemplo, el hermoso baile de Ángela y Héctor en la cocina de su casa, filmado e interpretado con muchísima sensibilidad–, pero, por lo general, el libreto de “Sorda” es bastante rígido y con un didactismo narrativo demasiado evidente: enseñarnos que vivimos en una sociedad de oyentes y que esa violencia del sonido ejerce en Ángela un daño profundo.
Hay, en este sentido, algunas ideas algo inverosímiles en el texto, especialmente en el último tramo de la obra, en el que la hija de la pareja ya pisa la guardería. Por otra parte, hay momentos de una crudeza absolutamente terrorífica y cuya verdad nadie se atrevería a poner en duda. Hablamos, en efecto, de la larga y estremecedora secuencia del parto, a todas luces una de las escenas más intensas del cine español del año. También de esa agridulce escena en que la hija de la pareja pronuncia su primera palabra.
Por último, otra de cal y de arena para el debut de Libertad. Uno de los aspectos sobresalientes de “Sorda” es lo bien que filma las conversaciones mediante lengua de signos empleando asimismo el sonido residual, recordándonos a los espectadores oyentes que existen otros ritmos conversacionales y, por tanto, otras cadencias visuales para representarlos. Gracias a ello, y a la magnífica interpretación de su dupla protagonista, Libertad consigue entre personajes y espectadores una conexión muy íntima. Ahora bien, ojalá la cineasta hubiera optado por mantener en la cinta la característica habla murciana para su plantel de secundarios oyentes –como sucedía en el cortometraje–, empezando por la madre de la protagonista, una Elena Irureta que, pese a su enternecedora interpretación, es un miscast absoluto. ∎