El reportaje periodístico es cada vez más habitual en el mundo de las viñetas. Trabajos sobresalientes como “Notas al pie de Gaza” (2009; Random House Mondadori, 2010), de Joe Sacco, o “El fotógrafo” (2003-2006; Astiberri, 2015), de Didier Lefèvre, Emmanuel Guibert y y Frédéric Lemercier, impulsaron en el cómic una tradición que se puede rastrear en ‘The Illustrated London News’ (1842-2003) o incluso, fuera de la prensa y antes de la llegada de la fotografía, en la serie de grabados de “Los desastres de la guerra” (1810-1815) de Goya: dibujos narrativos para testimoniar catástrofes y traumas colectivos.
El complicado tema de las migraciones tiene múltiples aristas a las que el cómic no ha sido ajeno. Buenos ejemplos son “El cielo en la cabeza” (Norma, 2023), de Antonio Altarriba, Sergio García y Lola Moral, que narra la odisea de un joven congoleño que huye de las minas de coltán, o “La grieta” (Astiberri, 2016), donde el fotógrafo Carlos Spottorno y el reportero Guillermo Abril investigan lo que ocurre en las fronteras de la Unión Europea, desde África hasta el Ártico. En cine, recientemente hemos visto una dura película denuncia sobre el mismo tema, “Green Border” (Agnieszka Holland, 2023), o cómo refugiados de Oriente Medio y África son manipulados como carne de cañón en la frontera entre Bielorrusia y Polonia en su camino hacia el sueño europeo.
El cómic que nos ocupa, “¿A quién benefician las migraciones? El negocio de las fronteras cerradas” (2023; Garbuix Books, 2024; traducción de Pau Gros Calsina), está realizado por la franco-finlandesa Taina Tervonen (1973), premiada por sus trabajos de investigación periodística, y el polifacético artista francés Jeff Pourquié (1964), que juega con la composición de página, el color y el cambio de registro gráfico, desde el naturalismo a la caricatura, para enriquecer la experiencia lectora. El libro recopila cinco historias publicadas originalmente en ‘La Revue Dessinée’, revista francesa de periodismo en cómic, entre 2015 y 2022.
El primer relato, sobre las muertes en el mar, comienza con la aparición de 45 cadáveres en la bodega de un barco a la deriva en un puerto siciliano. Recuerda al duro arranque de la segunda temporada de la serie “The Wire (Bajo escucha)” (David Simon, 2002-2008), con el descubrimiento de un contenedor en el puerto de Baltimore lleno de emigrantes fallecidos. El fiscal encargado de llevar la instrucción confirma la imposibilidad de contactar con los familiares de las víctimas: “En Libia no hay ahora mismo gobierno”, y “en Eritrea la emigración es delito”. El segundo capítulo se centra en los controles de las fronteras y en cómo Europa ha expandido estas a los países de las rutas migratorias. Para ello la industria de defensa impulsó la creación de Frontex en 2004, la Agencia de la Guardia de Fronteras y Costas de la Unión Europea, con presupuestos millonarios destinados a drones, radares, satélites, cámaras térmicas y controles biométricos. Paradójicamente, la Organización Mundial de la Migración reconoce a Europa como el destino más peligroso del mundo y Frontex fue acusada de violación de derechos humanos en 2022.
El tercer reportaje nos hace cruzar el desierto, una travesía cada vez más cara y peligrosa, con testimonios de jóvenes que no ven futuro en su país, traficantes, transportistas… Las medidas de control fronterizo están ya en estos lugares, con las autoridades locales formadas por especialistas europeos que proponen el “retorno voluntario asistido” como una opción cada vez más aceptada. La cuarta parte del libro nos lleva a Senegal, donde a los pescadores artesanales, los mismos que intentan alcanzar las islas Canarias, no les da para vivir porque los buques factoría de Europa, China y Turquía arrasan con la materia prima de sus costas. Tervonen se posiciona: “Si Europa pretende que los africanos no abandonen sus países para cruzar sus fronteras, quizás podría empezar por dejar de robarles el pescado y los recursos minerales”. El interrogativo título del libro comienza a encontrar respuestas: “Las industrias de defensa y de pesca, las redes de traficantes, las empresas que controlan las cadenas de subcontratación y, sobre todo, nosotros, los ciudadanos europeos”.
El quinto y último reportaje gráfico nos lleva a París, donde la organización sindical francesa CGT (Confederación General del Trabajo) asesora a los indocumentados para obtener permisos de residencia cuando consiguen acumular suficientes nóminas. Los que trabajan en la hostelería y restauración suelen regularizar su estado fácilmente. En cambio, en el sector de la construcción muchos empresarios se aprovechan de la situación de vulnerabilidad y los explotan. En un momento en el que las políticas propuestas por la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que no son nuevas, son vistas con buenos ojos incluso por el premier laborista del Reino Unido, parece más que necesario “¿A quién benefician las migraciones?”, que nos recuerda que cuando hablamos de inmigrantes estamos hablando de personas, ya se trate de trabajadores o refugiados. ∎