Serie

The Shrink Next Door

Michael Showalter y Jesse Peretz(miniserie, Apple TV+)
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Las relaciones se construyen a base de breves desprendimientos de identidad. Una parte renuncia a su forma de ser a cambio de que la otra haga lo mismo. La primera revolución de “The Shrink Next Door” (2021) es mostrarse capaz de advertir el desequilibrio con que ese pacto se inicia durante una terapia, y hacerlo en un contexto en el que todo lo que rodea la salud mental parece permitir únicamente una lectura amable, genérica. Disponible en Apple TV+, la serie cuenta la historia de Isaac Herschkopf (Paul Rudd), ínclito terapeuta neoyorquino que en los años 80 se aprovechó de la vulnerabilidad de uno de sus pacientes, el empresario local Marty Markowitz (Will Ferrell), para enriquecerse a su costa.

Hablamos de un tipo que, en solo unos años, consiguió anular a su paciente hasta el punto de que el inseguro empresario acabaría ejerciendo de esquivo figurante –cuando no directamente de extraño empleado del hogar– en su propia mansión de los Hamptons durante las opulentas fiestas que el “doctor” celebraba para la flor y nata del vecindario (por allí pasaron de O.J. Simpson a Gwyneth Paltrow). Uno de esos casos increíbles-pero-ciertos que el periodista Joe Nocera –por entonces trabajando para ‘The New York Times’– descubrió en 2010, cuando fue invitado a una fiesta del barrio por un peculiar vecino: un tal Isaac Herschkopf.

Desde el primer momento el periodista entendió que algo no cuadraba en todo aquello y, conforme fue tirando del hilo, descubrió que allí había un caso digno de contarse. Y así lo hizo, en un exitoso pódcast que ahora nos llega con el mismo título adaptado a formato miniserie de ocho capítulos por los directores Michael Showalter –“Wet Hot American Summer” (2001), “La gran enfermedad del amor” (2017)– y Jesse Peretz. La vida, en ocasiones, deja vacíos tan grandes que solo pueden ser llenados con mentiras igual de gigantescas. Gracias a Herschkopf, constatamos que hay buenas intenciones ocultando profundas maldades. Pero es Markowitz el que nos recuerda aquel proverbio que dice “llámame caballo una vez, te daré un puñetazo; llámame caballo dos veces, te insultaré; hazlo tres veces y quizás tenga que comprar una silla de montar”.

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La segunda revolución de “The Shrink Next Door” consiste en renovar un género, el del humor cringe, el de la comedia negra, que parecía agotado. La incomodidad que sublimaron Ricky Gervais o Larry David tenía como objetivo último la risa, pero Georgia Pritchett (encargada de desarrollo) pretende alcanzar –como ocurre en “Succession” (2018-)– la respuesta a esta pregunta: “¿cómo es posible querer a un gilipollas?”. Así, buscando humanidad, perdemos muchos momentos de comedia que son reemplazados por auténtico dolor, por profunda tristeza. Alrededor del cuarto capítulo, el nivel de fatiga emocional se mantiene intacto, en la cumbre, envite sostenido por las brillantes interpretaciones de Rudd (el mejor papel de su carrera) y Ferrell (volviendo a abrazar y a bordar ese perfil de niño grande que entiende mejor que nadie en la comedia americana moderna).

“The Shrink Next Door” sustituye el “no puedo dejar de mirar, es demasiado divertido” por “no puedo dejar de mirar, es demasiado cierto”. La sensación de estar asistiendo a algo imposible y extraordinario choca con esta honestidad y con el hecho de que sea una historia completamente real. El morbo, el pudor, se relajan gracias a elementos concretos, como las brillantes interpretaciones de Kathryn Hahn y Casey Wilson. Para cuando suena “Hard To Say I’m Sorry”, de Chicago, hemos completado un viaje que debería venderse en farmacias y hemos entendido que un amigo es solo un desconocido al que te acostumbras. ∎

La vida te da sorpresas...
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