Serie

Uzumaki

Hiroshi Nagahama(miniserie, Max)
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“Uzumaki” (2024), miniserie basada en el manga de Junji Ito del mismo nombre, parecía destinada a ser uno de los estrenos del año. Una adaptación fiel que apostaba por un estilo único (blanco y negro y dibujo idéntico al original) para animar una obra clave en el terror contemporáneo. Tras cinco años de espera, el primer capítulo nos conquistó a todos: por fin teníamos la versión audiovisual definitiva del “estilo Ito”. Pero aún quedaban tres entregas y con la segunda llegó el descalabro. ¿Qué ha pasado aquí? Tardaremos en saberlo, pero estamos ante uno de los fracasos más (dolorosamente) interesantes del año.

Para entender las expectativas, hay que tener en cuenta la importancia de Ito en su medio, su género y la cultura japonesa actual en general. Ha escrito decenas de historias cortas y tomos que llegan a superventas sin perder nunca su excentricidad ni su carácter autoral, ha adaptado con soltura a Mary Shelley u Osamu Dazai y acumula multitud de premios, entre ellos varios Eisner.

Reconocido como un continuador de su ídolo Kazuo Umezu, Ito es sinónimo de un estilo entero, como el horror cósmico lovecraftiano o el body horror cronenbergiano, de los que también es heredero. Sus historias transitan entre lo abiertamente macabro y monstruoso, las obsesiones más abstractas y lo ridículo. Entre la leyenda urbana y el kaidan tradicional japonés (relatos sobrenaturales menos preocupados por el terror que por lo raro), la voz de Ito tiene un efectismo que se entiende mejor al ver dónde empezó: en revistas para chicas adolescentes como ‘Monthly Halloween’.

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Sirve de ejemplo el propio manga “Uzumaki” (1998-1999): un volumen extenso que hila diferentes historias en un pequeño pueblo japonés, Kurôzu-cho, víctima de una maldición que hace aparecer espirales por todas partes. Institutos revolucionados, padres enloquecidos cuyos cuerpos se retuercen hasta formar espirales, guerras de pelos poseídos, tormentas en espiral, estudiantes reprimidos que se convierten en caracoles gigantes y una ola de locura colectiva… Lo raro y lo ridículo se convierten, en las líneas de Ito, en fuente de malestar y terror puro. Y parece que esa mezcla solo funciona cuando la dibuja él mismo.

Aunque sus obras se han llevado con frecuencia a la tele y al cine, la adaptación definitiva de Ito estaba por llegar, y la fidelidad y el esmero de “Uzumaki” nos hicieron pensar que esta vez era la buena. El proyecto se anunció en 2019 como un trabajo hecho desde la devoción, poniendo el estilo por delante de las convenciones de su medio. El anime se parecería al original hasta la última línea y no a otros anime. Producción Adult Swim y Production I.G., el propio Ito dijo estar contento con los guiones; dirigía Hiroshi Nagahama, responsable de la muy notable “Mushishi” (2015), y los tráilers eran espectaculares.

Anuncios, parones por pandemia, desapariciones, nuevos anuncios en falso, más tráilers y, al final, un estreno que parecía demasiado bueno para creerlo: “Uzumaki” llegó hace unas semanas con un primer capítulo que, por sí solo, podría estar entre lo mejor de la animación de terror. Las tramas se atropellan de manera mucho menos elegante que en el manga, sí, pero la atmósfera acierta de lleno y la animación (que combina rotoscopia, modelados CG y redibujado a mano) captura lo siniestro de esas formas extrañas invadiendo lo cotidiano. Hay planos asombrosos, como el de un ojo que se repliega en espiral hacia el interior de un agujero en medio de un cráneo. Puro Ito.

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Y entonces llegó el episodio 2, en cuyos créditos no aparece Nagahama ni apenas nadie que trabajase en el anterior. Empieza otra clase de horror: caras apenas esbozadas, ángulos mal dibujados, gente corriendo raro y personajes que no mantenían el modelo de un plano al otro, hasta el punto de resultar irreconocibles. ¿Qué había pasado aquí? El productor ejecutivo Jason DeMarco (Adult Swim) salió a dar razones en redes: había anticipado esas reacciones y no podía contar nada, pero alguien les fastidió el proyecto. Tras el primer capítulo se cerró el grifo del dinero y se cambió a todo el equipo por otro más barato y sin experiencia. DeMarco afirma que dudaron entre cancelar toda la serie, lanzar solo el primer capítulo o publicarlo todo en reconocimiento de la gente que había trabajado para sacar el proyecto adelante. Es difícil saber si tomaron la decisión correcta.

El conjunto final muestra dos adaptaciones: una versión casi perfecta de lo que hace especial el estilo Ito y un relato amateur y pobre, con imágenes para la infamia como el plano de dos personajes que caen forcejeando a un pozo y se convierten, ay, en un recorte estático desplazado por la pantalla. Ito se puede adaptar, sí, pero hace falta poner talento y dinero en cada minuto. Queda la esperanza de que en la próxima adaptación quien maneje el dinero lo entienda. De momento, como los habitantes de Kurôzu-cho, los fans de Ito nos hemos quedado presos de formas horribles que nos obsesionan y alimentan nuestros desvelos. ∎

Buen inicio, pero...
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