En 2002, Svali rescató el nombre de Reserva Espiritual de Occidente de las arcas del franquismo para sus propios rituales, que incluían canto, instrumentación y performance, como una misa ad hoc. Allí mismo invocó un pozo, un agujero negro, que con su campo gravitatorio intenso atrajo a muchísimos entes a mirar y también a participar. Algunos se quedaron allí, pegados a su disco de acreción. Otros, habiendo visto el vacío, aún disocian y piensan que pudieron apartarse, que sus vidas continúan en otro lugar. Una experiencia así te deja clavado para siempre, da igual donde finjas que vas luego. La duda te magnetiza una y otra vez hacia su mismo centro. De las muchas personas reunidas allí hubo otra que se mimetizó con el proyecto, Wences Lamas, y en un proceso cruzado y paralelo, se inició una historia de otro tipo de amor, quizá más humano, quizá más carnal, quizá más sentimental. Apuntan que la historia duró 13 años, pero con el estándar de la duda volveremos a preguntárselo una y otra vez. Nadie sabe cómo separar lo uno de lo otro en estos archivos. De hecho, firman pandrogínicamente como WencesSvali, s/he is still her/e.
A “Amor absoluto. 13 años de Reserva Espiritual de Occidente”, como a todas las creaciones de Reserva Espiritual de Occidente, cuesta llamarlo solo libro, igual que nada suyo era solo un disco o solo un concierto. Por ponerle un nombre gracioso y parejo a lo místico, podría ser un prontuario de imágenes y textos fijos con significados muy abiertos. Es el primer proyecto parecido que se publica en el sello asturiano Humo Internacional, casa de su anterior lo-que-sea, “El Cristo de la Atlántida” (2019), título también de una película –nunca sabremos si sacra o apócrifa– que puede verse a través de un QR dibujado en estas páginas. Donde se preguntan “¿Qué es Dios?” (odio el masculino genérico, pudiendo preguntarse ¿qué es la divinidad?) con respuestas aproximadas de distintas personalidades del mundo cotidiano del arte. Mi favorita: “Mi dios no se hace responsable de que nuestra vida tenga sentido alguno”. Y curiosamente esta es la que más makes sense.
En su paso por el mundo, la Reserva Espiritual de Occidente, como cualquier otra misteriosofía que se precie, ha dejado más incógnitas que resoluciones. En todo caso, comprender algo que no se puede explicar, para lo que hacen falta palabras, pero sí existen otras textualidades, música, imágenes, proyecciones de sombras. Lo que ellos han llegado a llamar los dragones de la época medieval, que poblaban los mapas en las zonas donde todavía no tenían acceso. Aquí el dragón cubre la incógnita de ¿cómo será el amor después del amor? En sus propias palabras, si es algo que nunca nació, no morirá jamás, pero ¿puede algo nacido, por ende, llevar la muerte siempre encima? Aquí, el rebaño de Reserva Espiritual de Occidente nos ponemos a recitar “Atalaya” a coro:“Todos estamos muertos bajo las flores y las raíces” y somos, por un momento, los jarrones-alma de purgatorio. Sabemos que, magnetizados por su centro místico gravitacional totalmente opaco, totalmente espejo-espejismo, en todo lo que nos propongan habrá siempre una resolución establemente indefinida. ∎