Si en 2021 hubieras dicho que Addison Rae, la máquina de bailes de TikTok tras el vapuleado sencillo de debut “Obsessed”, lanzaría uno de los álbumes pop más cautivadores de la década, hubieras sido la mofa de internet. Siendo generosos, era una curiosidad; siendo malpensados, un síntoma del declive algorítmico del pop. Pero cuatro años después, “Addison” llega como un golpe sobre la mesa: sin colaboraciones, sin baladas, sin productores hombres, sin equipos de composición inflados. Solo tres mujeres, incluida Rae, creando un debut tan seguro y estilísticamente diverso que exige ser tomado en serio.
Rae no ha evolucionado poco a poco: ha dado un salto a otro plano artístico, despojándose de las acusaciones de “producto de la industria” con la misma naturalidad con la que ahora cita a Madonna, Britney, Charli XCX y Lana Del Rey sin caer en la imitación. Su música coquetea con la nostalgia (Jersey club, trip hop, bloghouse), pero su voz es totalmente actual: cruda, juvenil y, a veces, sorprendentemente íntima.
Trabajando solo con las escritoras-productoras Elvira Anderfjärd y Luka Kloser, Rae ha creado un álbum pulido pero audaz, como una playlist personal de microtendencias sonoras filtradas por una visión única y obstinada. No hay sobreproducción maximalista ni persecución de tendencias; cada sintetizador, cada capa vocal, se siente intencional. Y la ausencia de artistas invitados es una muestra de confianza, no una limitación.
El tema inicial, “New York”, fusiona el caos controlado del Jersey club con sintetizadores inquietantes que evocan una ciudad más onírica que real. “High Fashion” combina sintetizadores seductores con letras autoconscientes y descaradas: “Cuando se trata de zapatos, puedo ser una descarada”. Es Rae en su mejor momento, canturreando como una alienígena del pop descarado sobre una producción que recuerda a James Blake y Mount Kimbie sin ser derivativa.
En otros momentos, “Diet Pepsi” suena como una Lana Del Rey lo-fi atrapada en un romance de supermercado 24 horas iluminada por neones, mientras que “Aquamarine” late con una seducción bailable, llena de brillo y sombras, entre la Madonna de “Ray Of Light” (1998) y Grimes. “Headphones On” es un corte melancólico de trip hop, evocando el aislamiento de los auriculares en un mundo hiperestimulado. “Fame Is a Gun” establece su manifiesto con la mezcla característica de Rae: ingenuidad fingida y un toque mordaz: “Dime quién soy, ¿te provoco con mi tono inocente?”.
Lo que eleva “Addison” es la negativa de Rae a justificarse. No hay intentos de sobreanalizar su trabajo, ni lore pop, ni narrativas conceptuales pesadas. Sus letras flotan como subtítulos: vagas, poéticas, a veces profundas, a veces solo vibras. Esa cualidad enigmática recuerda la era dorada de Madonna –volvemos a “Ray Of Light”, pero también a “Confessions On A Dance Floor” (2005)–, cuando las estrellas pop no eran marcas, sino camaleonas. Como esos discos, “Addison” se siente a la vez distante e intenso, guiado más por intuición que por ego. Es pop creado por alguien que ve el género no como un reflejo de sí misma, sino como un lienzo para imaginar lo que el pop podría ser. ∎