Alondra Bentley siempre descubre y redescubre nuevos espacios donde albergar sus emociones. Mientras que “Ashfield Avenue” (2009) y “The Garden Room” (2012) la encontraron cómoda en un estilo folk preciosista, con “Resolutions” (2015) y “Solar System” (2018) se deslizó hacia un pop más electrónico, incorporando elementos de la psicodelia de los sesenta, arreglos instrumentales y sintetizadores. Hoy en día, nadie duda de que posee una equilibrada mezcla de talento y sensibilidad que la define como un auténtico camaleón. En un cambio deliberado hacia una exploración más ilimitada, fruto de su revolución vital como madre, la artista británica ha aterrizado en un lugar insólito: su primer disco en seis años y en español, “La materia” y el primero además con un nuevo sello, Sonido Muchacho, primo hermano del anterior, Mont Ventoux, con el que comparten oficina.
Experimentando como una alquimista en un laboratorio de I+D, con canciones que se deslizan y ascienden entre la vida y la muerte, ha contado para su producción con Gruff Rhys, líder de la banda que tanto admira, Super Furry Animals, así como uno de sus referentes en su carrera en solitario. En su elevación con la producción y el sonido, también ha colaborado Bernardo Calvo, quien ha participado en infinidad de proyectos (Cosmen Adelaida, Juventud Juché, Caliza, Camellos, Tigres Leones, Carolina Durante…). La banda parece susurrar junto a ella desde la eternidad. Hablamos de Erika López (sintetizadores, teclados y órgano), Clara Collantes (guitarra eléctrica), Coke Santos (batería y percusión), Caio Bellveser (bajo) y Pablo Borderías (clarinete, flauta y tinaja).
Con la dulzura de su voz, Bentley tiene ese don asombroso tanto para escribir relatos como para materializarlos, otorgándoles ahora una dimensión aún más etérea y trascendental. En su anhelo de fluir con elementos naturales, como las medusas, los abedules y el agua, la artista flota sobre un ritmo de batería y plantea la importancia de la elección y la libertad en su primer tema de apertura, “La corriente”. Trazando un puente hacia el synthwave y con una melodía relajante de beats suaves, aparece “Realismo mágico”, que reflexiona sobre las diferencias entre el continente y el contenido. Las voces se sincronizan hermosamente con las cuerdas en “La materia”, en una introspección sobre la ilusión de lo material y la esencia de la existencia.
Su porción más cruda llega con “Marchar”, compuesta a partir de una frase que le dijo su madre, Susan, poco antes de fallecer: “Voy a desaparecer, es algo natural. Intenta no pensar de forma tan occidental, haz todo lo que te gusta antes de marchar”. Siguiendo con este enfoque oriental, casi taoísta, surge “Siendo yo”, que representa la verdad y la libertad, en contraste con un enemigo que simboliza las dudas, presiones y expectativas.
Con un ritmo cadencioso y de ritual, brota “Se esconde el sol pero no se apaga” y, como si este tema existiera conectado espiritualmente con el siguiente, relumbra “Herida andante deambulante”, en ese deseo de camuflarse, pero con la necesidad de ser vista. Esta fragilidad concluye con una extraña sensación de consuelo en “Ya no quiero nada”, un himno al tiempo y a la objetividad, con su voz tenue enarbolada sobre sonidos más acuosos y volubles. Un tema catártico y uno de los más brillantes de este disco.
“El amor has de elegir” sería la pista más tribal (o aquelarre) de todas, donde se escucha el llanto de un bebé. En la cálida “Fugaz pero eterno” reaparece una vez más esa búsqueda de la propia identidad, que nos dirige con su voz onírica hacia el final en “Bosque ancestral”, reuniendo mucho de lo que nos ha contado hasta ahora en un ejercicio existencialista, y donde se siente a la Bentley alquimista más libre que nunca. Este nuevo álbum la sitúa como una consumada buscadora de emociones y vibraciones, con una curiosidad enorme, sin limitarse ante las incertidumbres de la propia materia y desplegando toda su vulnerabilidad. ∎