Si flotaba la sensación de que su carrera se estaba diluyendo o dispersando, con “Cut To Black” Barry Adamson reaparece fino y centrado como un oteador, certero como un campeón de tiro. Tampoco el título debe ir por el significado de fusionar la pantalla a negro, y cerrar la obra. Lo que aquí suena es un renacimiento poderoso. Será más bien una referencia a la black music que en todas sus dimensiones lleva a su propio terreno el que fue bajista de Magazine y Nick Cave & The Bad Seeds, pero ya tiene 35 años de obra propia, si bien no muy prolífica, sí rotundamente personal en el arte de maquinar todo tipo de mixturas bajo sus gafas oscuras.
El eslogan de “bandas sonoras para películas que no existen” se lo dejaron tatuado, aunque alguna ha hecho para filmes reales. Entre ellas la del mediometraje que dirigió y musicó, “Therapist” (2011). Pero no había publicado un nuevo álbum en estudio desde hace ocho años, “Know Where To Run” (2016), no tan afilado como el ingenioso título y demasiado diverso estilísticamente.
En “Cut To Black”, en cambio, desde el comienzo con “The Last Words Of Sam Cooke” (una de las dos letras que escribe Siena Barnes), Adamson va directo a algunas de las variantes básicas de la música negra, sea el soul evocado desde el título hasta la última nota de ese tema inicial, el blues clásico de tres acordes o todos los espectros que puede cubrir la etiqueta rhythm’n’blues. Y los coros góspel se cuelan por doquier. Siempre con el sonido tan propio y estiloso que Adamson no puede evitar derrochar en sus composiciones y sus elaboradísimas producciones, pero con la voluntad de indagar en los estereotipos: “Demon Lover” parte de un esquema estándar a lo Muddy Waters y podría haber sido coreografiado por los Blues Brothers. Un reto interesante, porque Adamson siempre ha sido un magistral evocador de ambientes cinematográficos y musicales amalgamados en la mente de todos, a los que da un nuevo color, y hace totalmente suyos.
El recitado cool de “Cut To Black” impulsado por los acordes orquestales y un ritmo de ir pisando fuerte por calles oscuras, con un estribillo con campanas, es otro triunfo de quien hizo una versión de “These Boots Are Made For Walking” cantada por Anita Lane.
El piano eléctrico de ribete setentero de “Manhattan Satin” abre una puerta a la sofisticación y la cadencia de suave seducción funk. Los tiempos pasados junto a Nick Cave pueden tener un reflejo en la determinación de “These Would Be Blues” y en “Please Don’t Call On Me”, donde el irreverente narrador se presenta como diablo y madre a la vez; el órgano entre “Je t’aime moi non plus” y el Dylan del 66 da pie a una irresistible “One Last Midnight”, y “Was It A Dream” es una suerte de psicodelia para el dancefloor. Y así, como rozando la diana del hit en cada canción, Barry Adamson llega a la solemnidad y el relax de “Waiting For The End Of Time” con la satisfacción del trabajo muy bien hecho. ∎