Álbum

Bat For Lashes

The Dream Of DelphiDecca-Universal, 2024

Hay muchas formas de archivar los discos. Aparte de las más convencionales –orden cronológico de los artistas o estilos de música–, se podrían juntar por otros argumentos, como el concepto temático general, cuando lo hay: de divorcio/ruptura, de enamoramiento de una nueva pareja, de duelo por la muerte de un ser querido o de paternidad o maternidad, como en el presente caso. Se suele anunciar desde la propia nota de prensa del sello discográfico, como reclamando en el oyente una comprensión de la situación y una empatía con el artista. Un poco como el “basado en hechos reales” de películas y series. Como si eso le diera un rango superior respecto a las obras creadas a partir de la imaginación. Quizá, cuando se trata de un trabajo excelso en lo artístico, la condición de “realizado desde las entrañas” le dé un plus, pero no siempre sucede.

Natasha Khan –la mujer tras el alias Bat For Lashes– dio a luz a su primera hija, Delphi, en el verano de 2020. Cuando fue capaz de ponerse a componer de nuevo, no podía dejar de pensar ni un segundo en ella, de modo que las diez canciones que sacó adelante estaban dedicadas a celebrar distintos momentos de la vida de la pequeña. En lo musical, tras un álbum –“Lost Girls” (2019), su quinto LP– en el que trató de acercar su música arty al pop lo máximo posible, desanda el camino para dibujar esbozos etéreos y menos concretos. Con su querencia por ese toque gótico de siglo XIX y los ambientes oníricos, con la genial Kate Bush como norte en la brújula. El tema titular abre el disco, construyendo un interesante clima de misterio a partir de sintetizadores, cuerdas y arpa –de su amiga Mary Lattimore–, con la entrada de una base electrónica en la segunda mitad que no termina de llevarlo al culmen. Esa sensación permanecerá a lo largo de todo el trabajo, excelentemente producido por ella misma y sus colaboradores Jake Falby y Tyler Karmen, con momentos preciosistas de cierta belleza que no acaban de traspasar la capa que solo filtra la emoción pura. Hay piezas clásicas, prácticamente a piano con algún mínimo arreglo de fondo, como “Christmas Day” o “At Your Feet”, que pueden traer a Satie a nuestra mente. Delicados instrumentales como “Delphi Dancing”, “Her First Morning” o “Waking Up”; nótese en los títulos el subrayado de distintos instantes de la vida de la niña. Natasha desea transmitir sin palabras el enternecedor sentimiento que le producen, pero es algo tan personal, tan íntimo, que es muy difícil hacer partícipe del mismo a una persona ajena. Algo similar sucede cuando incluye la versión de “Home” de Baauer, con el pretexto de ser la canción favorita de Delphi en el coche. El R&B de maneras house, muy de radiofórmula noventera, no encaja bien con el resto del disco, ni con la ayuda de su vaporosa voz y los soñadores teclados de fondo. Quizá “Letter To My Daughter”, que recuerda a la Björk de “Homogenic” (1997) en la hábil mezcla entre instrumentos clásicos y electrónica y cierta suntuosidad, sea el tema más redondo del lote.

El álbum concluye con la sensación de haberse evaporado, con los límites entre las canciones desdibujados, generando esa impresión de volátil pieza continua. Acompaña y provoca ensoñación y reflexiones, que no es poco, pero siempre depende de las expectativas y la exigencia de cada uno. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados