Álbum

Bertrand Belin

WattCinq7-Wagram, 2025

Existen voces y voces, vocalistas y vocalistas, y desde luego que la del compositor francés Bertrand Belin es de las más originales y personales. Lo ha demostrado en otros lugares, como acoplándose al rock psicodélico y atmosférico de The Limiñanas (grandiosas “Dimanche” o “Au début c’était le début”). Su timbre vocal tiene algo de único, entre lo sedoso y lo cavernoso. Con “Watt”, su octavo álbum en solitario, continúa su apuesta por la nueva chanson y las texturas electrónicas. Sus textos también quieren dialogar con la sociedad y la imagen del otro, en una persecución por salvarse de lo desconocido, de la soledad, del frío, de la insolencia.

En este álbum alcanza cotas sublimes en canciones como “L’inconnu en personne”, “La béatitude”, “Pluie de data” (en esta última, su crescendo, entre su voz, los teclados y las cuerdas, es magistral). Canciones que se agarran como una experiencia imborrable. Que consiguen adherirse. Pero quizá a Belin lo que le sobra es que peca de excesos. Sus álbumes quieren mirar demasiado arriba, quedándose en un ejercicio altivo, un poco exagerado, lo cual le impide que resulten naturales y que provoca que suenen a cierta impostura. Eso sí, siempre permanece algo en sus discos a lo que agarrarse. En la canción que da título al álbum hay una descarga eléctrica, contemporánea, una querencia jazz, como queriéndose preguntar por el devenir, o por la importancia de conectar, de mantenerse eléctrico.

Lo que está claro es su enorme talento. En “Rembobine” suena a decadencia elegante, a ese pequeño caballero que necesita rebobinar para avanzar: “Que la vida es bella / pequeño caballero / Has vuelto para encontrarla”. La vida va y viene y Belin nos lo recuerda con sus melodías que suenan a errores pasados (o a posibles aciertos). “Tel qu’en moi-même” es una confesión sincera, entre excelencias de cadencia lenta y elegante. El pop con marca futurista aparece en “Seul” y el lado más clásico en “Certains jours”.

Las doce canciones de “Watt” remiten a un mundo frío, en desconexión, apartado, tremendamente solitario, y que también anhela otros tiempos en los que la vida relucía (“Amour ordinaire”, “Ni bien ni mal”). Música con aires de tristeza que cautivará a los buscadores de sensaciones. Belin sigue desarrollando su poder de seducción y lo consigue, a pesar de contener un punto de cierta impostura. ∎

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