Disco destacado

Beth Gibbons

Lives OutgrownDomino-Music As Usual, 2024

Como una sombra que aparece y desaparece, Beth Gibbons lleva treinta años preparada para enfrentarnos a nuestras lánguidas angustias y miserias existenciales. En tres ocasiones nos enmudeció de forma inquietante con Portishead –en tres discos memorables–. También en otras dos más; con Rustin Man –Paul Webb, bajista de Talk Talk–, por un lado, y, en otra, acompañando a la Polish National Radio Symphony Orchestra, dirigida por Krzysztof Penderecki, abordando una versión sorprendente de la sinfonía canónica de Henryk Górecki: la tercera, la de los “cantos dolorosos”; la “Symphony No. 3 (Symphony Of Sorrowful Songs)” (Domino, 2019).

Gibbons ha elevado su ausencia artística a algo que roza el misticismo. Y su prestigio, sin esforzarse, no ha hecho más que acentuarse con el paso del tiempo. Nadie la puede acusar de servirse de éxitos pretéritos, ni de buscar la fama: su debut en solitario llega veintidós años después de su colaboración con Rustin Man, “Out Of Season” (2002); dieciséis años después del último álbum con Portishead, “Third” (2008), y más de una década después de que se anunciara que estaba trabajando en este “Lives Outgrown”. Un disco introspectivo con un sonido único, al que sospechas que solo se puede llegar después de un largo período de experimentación, pruebas y una severa exploración artística y personal.

Por fin, tras muchos años esperando. Foto: vía Facebook
Por fin, tras muchos años esperando. Foto: vía Facebook

A pesar de carecer de la originalidad que planteaba su obra anterior, porque el impacto de Portishead todavía resuena con rotundidad gracias a una visión desafiante y un sonido difícilmente igualable, este nuevo episodio de la carrera de la intérprete de Bristol resuelve con solidez un nuevo posicionamiento vital, en el que aborda temas como el envejecimiento, la muerte y la futilidad del ser humano. Lo hace sin ese anhelo melancólico o esperanzas destrozadas que cruza sus canciones anteriores, en las que cantaba sobre la alienación, el dolor, la duda, la soledad, el miedo, la traición y el amor atormentado. “Todo lo que tenemos es aquí y ahora”, canta en “Floating On A Moment”, acaso uno de los mejores cortes del disco, en el que dibuja una idea que explica una sensación que puede resultar desalentadora o extrañamente reconfortante: el paso del tiempo o las limitaciones del cuerpo humano. Sus nuevas canciones tienen una visión a largo plazo: reflexionan sobre vidas de personas concretas y sobre el devenir de generaciones, conectando preocupaciones personales con preocupaciones universales.

Producido por Gibbons y James Ford (de Simian Mobile Disco y figura que parece definir el zeitgeist del pop de 2024), “Lives Outgrown” se basa en instrumentos tocados a mano –folk, dicen–, pero a menudo los yuxtapone de manera inesperada y extraña. Solo Ford toca una gran variedad: guitarras, dulcimer, teclados, instrumentos de viento de madera, metales e incluso sierra musical, mientras que el baterista Lee Harris (de Talk Talk), que comparte algunos créditos como compositor, utiliza todo tipo de percusión encontrada, incluidas cajas y utensilios de cocina. Por primera vez en su carrera, Gibbons se ha permitido superponer voces de apoyo –incluso también la voz impersonal de unos niños, que parecen cantar a la esperanza–, que se materializan como una hermandad casi fantasmal.

Sea como sea, y pese a un posible exceso conceptual y abstracto, este es un disco magistral, que sin ser una obra maestra, porque de esas hay pocas, la vuelve a situar como una vocalista que ha dejado una profunda huella, como también lo hicieron Kate Bush o Elizabeth Fraser, de Cocteau Twins. ∎

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