Álbum

Blood Quartet / Dongyang Gozupa

Terra ignotaFoehn, 2025

El pasado 27 de octubre se proyectó durante el festival In-Edit un cortometraje de Pere Sala titulado “Terra ignota”. Esa filmación documentaba el espectáculo que realizaron en el centro creativo barcelonés Fabra i Coats el 18 de septiembre de 2024 el cuarteto condal Blood Quartet con el trío coreano Dongyang Gozupa, dos proyectos inclasificables que gravitan alrededor del rock, los primeros con tintes tradicionales y los segundos con la vista más puesta en el jazz. Recordemos que Blood Quartet está integrado actualmente por Mark Cunningham –trompetista y guitarrista neoyorquino afincado en Barcelona, antiguo miembro de Mars, Don King y una miríada de proyectos de ascendencia no wave– y los catalanes Kike Bela –bajo, sintetizador y producción del álbum junto a Pablo Miranda, quien se ocupó además de la grabación del concierto y en cuya mezcla final no encontrarán overdub alguno–, Lluís Rueda –guitarra– y Carles Esteban –batería–, aunque en aquella ocasión fue Pau Rodríguez –mitad del dúo Za!– quien se encargó de todas las percusiones. “Terra ignota” es su quinto trabajo largo publicado en estudio.

Las procedencias variopintas de los participantes hacen de “Terra ignota” una experiencia diferente a lo que suelen realizar los más cercanos Blood Quartet, quienes han reducido convenientemente el prurito experimental que les viene de serie para adaptarse a las sonoridades cinematográficas y ritmos de sus invitados. En su música es muy importante la sonoridad del gayageum –tocado enérgicamente por Yun EunHwa–. Se trata de un dulcémele coreano compuesto por cuerdas de metal que se percuten con palillos de bambú y cuyo sonido exótico, casi medieval, se aproxima mucho al del salterio. Se escucha claramente en cortes como “Seoul Groove”, un estimulante cruce de caminos oriente-occidente marcado también por los vientos de Cunningham, una guitarra eléctrica prog y sus polirritmos africanos que remiten no tan lejanamente al ethio-jazz del vibrafonista Mulatu Astatke. De eso se trata “Terra ignota”, de explorar nuevos territorios, una de las empresas más difíciles que puede afrontar el arte de la música.

La atmosférica “Haze” lo inicia con el aderezo de unas voces sampleadas –de niños y flamencas–. Sus texturas remiten al Giorgio Moroder del “Expreso de medianoche” en algún descontextualizado garito de jazz haciendo de ella una de las piezas más accesibles de “Terra ignota”. Le sigue “Fuego fatuo”, cuya guitarra acústica y dinámicas post-rock contribuyen a la variedad buscada de un álbum teleológicamente determinado por dos instrumentos: la trompeta y el gayageum.

En todo su recorrido sobrevuelan las hechuras instintivas y orgánicas de Can, incluidos cortes más tangenciales como “Rare Doom” con sus disonancias y guitarras destartaladas de una sola nota como tañidas por The Birthday Party, contribuyendo con ello a las altas expectativas que propone el título de un disco que sube la velocidad con la transicional “Cycle” hacia el ya mencionado “Seoul Groove” y el breve “Dragon Tree”, donde Blood Quartet maridan Chet Baker con Tuxedomoon. “Terra ignota” concluye con la simbólica “37th Parallel –el cual recorre todos los continentes excepto Oceanía–, otro corte de free-jazz-prog-rock cubista y orientalizante que parece querer dejar una puerta abierta a la esperanza. ∎

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