Brigid Mae Power

La de Brigid Mae Power es una de esas voces irlandesas que suelen cosechar todo tipo de halagos, que transmiten sus ideas con mesura y sin alzar la voz, pero que al final no terminan de remover. Uno siempre ha sido más fan de los gritos heridos de Sinéad O’Connor o de ese tipo de gargantas descarriadas que te despiertan, te agarran por el cuello y amenazan con tirarte por el acantilado.

Dicho esto, “Dream From The Deep Well” (la canción) me encanta por la forma en que la artista lanza reproches a otra persona desde la calidez dream folk. Y también me gustan “Maybe It’s Just Lightning”, inspirada en una madre refugiada cuidando de su hijo, y que recuerda a ese tipo de nana que promete protección del peligro real, como “Once Upon A Time There Was A Pretty Fly” (compuesta por Walter Schumann para “La noche del cazador”, el filme dirigido por Charles Laughton en 1955). “Ashling”, igualmente hermosa, es una elegía por una persona a la que la cantante conoció y fue asesinada, y “I Don’t Know Your Story”, con su coda de piano al final, también tiene cierto encanto.

Dentro de la prevalencia de ese tono sosegado y prístino, abonado con sumo respeto al canon folk, hay también invocaciones al pasado y a otros autores. “I Must Have Been Blind” es una versión de Tim Buckley y, de modo supongo que completamente premeditado, el disco se abre y se cierra con el rescate de dos temas tradicionales: “I Know Who Is Sick” (popularizado por The Clancy Brothers) y “Down By The Glenside” (más conocida en la lectura de The Dubliners). El cuarto álbum de Brigid Mae Power es como una copa de whisky que te deja cierto regustillo agradable pero nunca te emborrachará. ∎