Puede que “Calle para siempre” (2019) hubiese generado en Camellos una reputación de grupo de rock gamberro y divertido que no fuese del todo fidedigna. Quiero decir: eso estaba ahí, pero había más cosas, y más interesantes. En su tercer álbum, esos aspectos se advierten mejor, aunque sea a base de evitar el camino fácil: las canciones son menos vivaces, buscan un rock más complejo y no tan directo, incluso en unos textos plagados de frases para grabar a fuego, pero que no siempre dejan del todo claro de qué están hablando.
“Vamos a ver, hablemos en serio / Ahora no, mejor luego” es lo primero que cantan, en “Cambios de humor”, reveladora por la participación de Josele Santiago, quien se suma, sin intentar lucirse, al coliderazgo vocal de Fernando Naval y Paco “Frankie” Ríos. En realidad, hace que nos demos cuenta de que el cuarteto afincado en Madrid tiene más que ver con bandas como Los Enemigos o Los Del Tonos que con los indies de su generación con los que se les compara habitualmente, o tal vez solo sea un engaño en el que consiguen hacernos caer. La forma en que utilizan las voces, nunca obvia y siempre divertida, sobre todo cuando aparecen en segundo plano dialogando entre ellos o pasando por ahí, sigue siendo su mayor baza diferencial. Además de sus siempre personales letras, claro. Camellos son muy hábiles a la hora de aportar puntos de vista genuinos en su costumbrismo social, entre la sátira y la crítica punzante. Pueden despertar sonrisas, pero con un rictus de mal rollo o amargura, puro poshumor destilado en frases como “me han dejado fuera y tú sonreías desde dentro” (“Cambios de humor”, de nuevo) o “Tú eres un lince y yo una comadreja / Me escondo y salgo si mi amo me deja / Tss, tss, eh, eh/ El cliente nunca tiene la razón” (“Manual de estilo”).
Que las canciones no entren tan aparentemente a la primera no implica que no haya aquí un arsenal de hits. Por ejemplo, la magistral “Divorcio”, narrada desde el fastidiado punto de vista del hijo de un matrimonio a la gresca que ahora tiene que aguantar dos cumpleaños, empezar en otro colegio y moverse de La Manga a un pueblo en las afueras lleno de paletos. “Compañera de piso” podría ser una precuela de “Arroz con cosas”, de su álbum anterior, mientras que “La libertad” y “Suena bien” son disecciones sagaces y plagadas de mala baba del ideario neoliberal que de modo tan natural ha interiorizado la sociedad. “¿Y tú por cuánto lo harías? / Ponte un precio, dame una cifra / Que al final es lo que te quieran contar”. ∎