Álbum

Carles Viarnès

PostBankrobber, 2025

El pianista y compositor catalán Carles Viarnès (Igualada, 1975) cuenta con una sólida formación clásica, tanto en la Escolania del Monasterio de Montserrat como en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona. Aunque ese sea su punto de partida, el influjo del pop y el rock –de hecho, ha formado parte como teclista “reserva” de El Petit de Cal Eril– y el del llamado minimalismo “místico” –el de Arvo Pärt y Henryk Górecki– se hacen notar en su trayectoria compositiva, que se sitúa entre dos limbos. Por un lado, el limbo existente entre el mundo de la clásica contemporánea y el mundo de los compositores y pianistas posminimalistas y, en el otro terreno de nadie, el que existe entre lo acústico y lo electrónico. De hecho, a su anterior álbum, “Hyper_O” (2023), un disco fundamentalmente electrónico –para el que elaboró una impresionante propuesta escénica junto a la creadora visual madrileña Alba G. Corral, que mereció aparecer en nuestra lista de los mejores conciertos de 2023–, le ha seguido “Post”, su sexto álbum, en el que Viarnès ha vuelto al piano como instrumento central sobre el que gravitan sus breves composiciones.

No han sido nunca largos los álbumes de Carles Viarnès. Solo el primero, “Urban Tactus” (2012), tenía una extensión más ortodoxa de 38 minutos. Pero en su quinto disco, “Hyper_O”, reducía la duración hasta los 24 minutos y medio, y ahora, en “Post”, aún la acorta más, dejándola en 23’52”, en un disco formado por nueve piezas de las que solo una pasa de los tres minutos (y otra tiene menos de dos). El esquematismo no es tan radical como en su tercer álbum, titulado apropiadamente “Schematismus” (2016), donde la mitad de sus catorce piezas no llegaban a los dos minutos, pero, aun así, es evidente su gusto por la brevedad, como si persiguiera escribir la cara B del “Abbey Road” de la música posminimalista.

El título de este nuevo disco, no obstante, no hace referencia a la música surgida después de los años fundacionales de la música minimalista y/o repetitiva, sino a lo que Viarnès denomina “post-colapso”, un acontecimiento que espera “que no suceda jamás”, pero que está ahí, latente: “Lo que todos intuimos es que el mundo está tensionado en muchos ámbitos, incluido lo social y lo económico, y estamos, inconscientemente, esperando un cambio de sistema, que más pronto o más tarde pasará”, dice. En “Post”, Viarnès ha hecho el ejercicio de imaginar qué pasaría si todo se derrumbara y nada volviera a ser como ha sido y sobre qué valores se debería volver a edificar esta nueva “prehistoria”. “Post” es la música sobre la que su autor imagina que se debería reconstruir la civilización, una música que es el resultado de la reflexión y su preocupación por el futuro del planeta, con una mirada atenta al cuidado de los pequeños detalles.

Aunque el piano es el elemento central, no es el único. Ahí están los sintetizadores y el hiperórgano –un instrumento inventado por el organero catalán Albert Blancafort, que consta de tubos y suena como un órgano, pero al que se ha acoplado tecnología MIDI para controlarlo desde un teclado y dotarle de capacidades de ejecución imposibles en un órgano tradicional: arpegiar, secuenciar o ejecutar repeticiones y velocidades de ejecución inhumanas–. Viarnès ya había experimentado con el hiperórgano en su disco previo, el citado “Hyper_O”, en el que empleó dos modelos distintos, uno de tubos de metal y otro de tubos de madera, pero ahora solo emplea el de madera, aunque lo hace sonar al estilo clásico.

Aunque formado por piezas breves, creadas con el mínimo de recursos, nada hay en ellas que podamos considerar como “esbozos”. Al contrario, los arreglos texturales de “Post” están elaborados de una manera muy sofisticada. Las composiciones, pese a su “miniaturización”, son de una belleza catedralicia, como ese asombroso detalle con el que algún artista ha sido capaz de reproducir “La última cena” de Leonardo da Vinci en un grano de arroz. Y muestran, además, una personalidad absolutamente única: es erróneo compararle con Hauschka, Nils Frahm, Joep Beving, Max Richter o Keith Kenniff (conocido por sus apodos Helios y Goldmund). Habría que citarle a él también como referente internacional fundamental de una forma de componer en la que predomina la búsqueda de una emoción atávica, enraizada en la belleza de la simplicidad renacentista.

Como curiosidad en la obra de Viarnès, el primer tema de cada uno de sus discos –salvo el segundo, “El Llibre Vermell de Montserrat” (2013), recreación en clave minimalista y contemporánea del conjunto de cantos piadosos para entretener a los peregrinos que pernoctaban en Montserrat en el siglo XIV, realizado a medias con el violinista Pep Massana– se titula con los versículos del himno de San Juan de Guido d’Arezzo de los que surge el nombre de las notas musicales. En su primer disco la pieza se titulaba “Ut queant laxis”, porque antiguamente a la nota do se la llamaba ut. En “Post” el primer tema se titula “Labii”, y el segundo, “Reatum”, que se corresponden con “Labii reatum” del citado himno de San Juan. A partir de ahí, las siguientes siete piezas (“Reset”, “Refugi”, “Revoca”, “Revisió”, “Reposa”, “Ressons”, “Revela”…) van todas tituladas con una palabra que comienza con la sílaba “re”, que hacen referencia, según me explica Viarnès, a “las tres ‘R’ del ecologismo: reducir, reutilizar y reciclar”, que simbolizan el mensaje último de este prodigioso álbum. ∎

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