Álbum

Cécile McLorin Salvant

Oh SnapNonesuch-Warner, 2025

No creemos que los premios Grammy gocen de la más alta consideración en el mundo especializado del jazz, pero tal vez sea interesante recordar que Cécile McLorin Salvant posee tres ganadores al “mejor álbum de jazz vocal” en 2016 –por “For One To Love” (2015)-, 2018 –“Dreams And Daggers” (2017)– y 2019 –“The Window” (2018)–, todos en el sello de Michigan Mack Avenue. Más prestigioso fue el obtenido anteriormente del Thelonious Monk Institute en 2010 como vocalista, pero es a partir de “Ghost Song” (2022) –que abría con una imaginativa versión de la “Wuthering Heights”, de Kate Bush– cuando la rutilante cantante, compositora, pianista y productora de Miami ficha por Nonesuch, el exquisito sello que Jac Holzman fundara en 1964 (casa de Steve Reich, Kronos Quartet o Mary Halvorson) para dar salida a otras músicas más allá del rock y el folk de Elektra Records. En él, Salvant comienza a descorchar su catálogo de razones menos estandarizadas.

“Oh Snap” es el séptimo trabajo largo, tercero para el sello neoyorquino, de esta artista total de 36 años recién cumplidos que parece haber querido reducir un poco su marcha triunfal entregando un trabajo de intención íntima, espontánea y, de nuevo, exploratoria, que amplía aún más sus registros con el disco más variado y no por ello disperso de una carrera que empezó en 2010, o sea, más o menos anteayer. Once canciones escritas por Salvant y una versión del hit funky “Brick House”, de Commodores –casi irreconocible en la breve rendición góspel de la artista–, grabadas originalmente con un salteado de software casero antes de entrar en un estudio de Brooklyn de la mano del productor Jack DeBoe y los habituales Sullivan Fortner (teclados), Yasushi Nakamura (contrabajo) y Kyle Poole (batería).

El aprecio de Salvant por las buenas melodías es una característica repertorial de la artista que permanece a lo largo de todo el álbum con oasis más disruptivos como “Anything But Now” sumando la mano de Fortner, las castañetas –o “snaps” que marcan su vertiginoso ritmo– y la voz de Salvant a lo Sarah Vaughan rumiando sobre pensar demasiado y aplazar las (in)decisiones. En similar clave consta “What Does Blue Mean To You?”, inspirada en la novela “Beloved” (1987) de la escritora estadounidense Toni Morrison –ganadora del Nobel de literatura en 1993–, sobre una esclava afroamericana durante la Guerra de Secesión –Jonathan Demme la llevó al cine en 1998–. El sentido del humor retorna con los propósitos de enmienda de “Eureka”, construida sobre un riff de piano Wurlitzer antes de mutar en otro exuberante R&B electrónico. Mayor sorpresa supone la bellísima “Take This Stone”, recordándonos esta vez al mejor Mickey Newbury –o a la Dory Previn más feliz–, sintetizador y slide incluidos –además del cameo de las cantantes June McDoom y Kate Davis–, un número de country-folk bucólico y filosófico. En “Oh Snap” Salvant frasea acerca de un amor maduro con complejidades reminiscentes de Joanna Newsom a ritmo de house. En la más tranquila si bien experimental “Thank You”, las gracias recaen en su familia. La cuita de Mésuline parece resuelta.

Si en “Mélusine” (2023) Cécile McLorin Salvant echaba la vista atrás, no a los orígenes del jazz de Nueva Orleans sino hasta incluso la Edad Media, en “Oh Snap” apuesta por una vibración más contemporánea desde su primer corte con el imaginativo R&B de “I Am A Volcano”, el juguetón de “Second Guessing” y el electro-tunificado de “A Little Bit More”, sin que sirva de precedente. Un álbum que no deja de sorprender hasta el final gracias a la beatífica “Nun” y su órgano cenobial, antes de cerrarse idiosincráticamente con las armonías vocales “A Frog Jumps In”, sintetizada, oriental y pariente cercana del “Ghosts” de Japan. Salvant, que visitará de nuevo España en noviembre, ha preferido el calor del hogar –la foto de portada también es significativa– a la alfombra roja, haciendo confluir de nuevo su prestigioso jazz vocal con un espíritu inconformista, accesiblemente avant-garde, de liberador y bien entendido eclecticismo, ese que sabe mirar de reojo los riesgos de la autoindulgencia, y donde su voz sigue siendo un foco central pero no el único en este excelente y gozoso ejercicio de hibridación. ∎

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