Chuck Johnson

Cada vez más músicos con instrumentos de americana experimentan con ambient. No hace mucho se publicaron discos con las inquietudes en esta área de William Tyler en “Music From First Cow” (2020), de Andrew Tuttle con un banjo en “Alexandra” (2020) o de un Luke Schneider capaz de emular sonidos boreales con la pedal steel en “Altar Of Harmony” (2020). Luke, no obstante, había dado el paso bastante después de que Chuck Johnson publicase un ensayo con dicho instrumento en “Balsams” (2017).

Desde Oakland, Johnson hace tiempo que amplió el espectro de su guitarra con miras electrónicas –sonidos ambientales, drones, pulsaciones-, probando con casetes como “CJ-1” (2015). Incluso antes de publicar “The Cinder Grove”, en junio de 2020 sondeó las posibilidades de fabricar letanías ambient junto a Golden Retriever con clarinete y sintetizadores en “Rain Shadow”.

Ahora prosigue explorando las posibilidades de la pedal steel en un universo amniótico donde se asienta la electrónica a modo de colcha. Paisajismo frágil a la caza y captura del espíritu original de la zona, con muchas capas de teclados que a veces rozan lo new age –como “Constellation”–, pero que no sucumbe gracias al magnífico piano de Sarah Davachi, así como a un trío a modo de sección de cuerdas compuesto por Marielle V. Jakobsons, Hilary Lewis y Crystal Pascucci –los violines gimen hirientes en “Red Branch Bell”– que consiguen, a su aire, sea en seis, ocho o diez minutos, transportarnos a ese estado de placidez contemplativa hasta imaginarle inventando la paz, mientras disfruta de un amanecer lejano en la bahía de San Francisco. Porque el juego de pedal steel, en “The Laurel”, va mucho más lejos que la noción preconcebida de música country o balanceo hawaiano. Va al meollo de la ensoñación, desnudo, sin sombrero vaquero ni camisa de flores.

En tiempos en que las posiciones entre los músicos de instrumentos clásicos y los de la era digital parecen a menudo irreconciliables, reconforta encontrar mediadores de altura. ∎