Hay voces que solo pueden proceder de otra parte del cosmos o de lo más recóndito de las entrañas. La artista Haley Fohr (
Circuit des Yeux) tiene esa magia, entre la gravedad de Nico y la intensidad tonal de
ANOHNI. Añade, además, su afectividad compositiva, que casi parece hiperestesia: sus canciones son tiernas a la vez que dolorosas. En su sexto álbum, el segundo en un año –después de debutar como cantautora de nuevo country con el seudónimo Jackie Lynn–, logra el summum de la sofisticación desde su estudio casero, acompañada por Cooper Crain de Bitchin Bajas y por una banda de músicos de Chicago, la ciudad que la acoge.
Estas canciones han surgido tras una experiencia corporal traumática, que en menos de un año ha conseguido trasladar al arte, convirtiendo síntomas como la hiperventilación en un canto de ópera (
“Paper Bag”) o una historia de fantasmas en toda una narrativa pop que toma forma de balada (
“Philo”).
Fohr entiende la música como un ente mutable, no solo en lo referente a las estructuras e instrumentación de sus piezas, sino también en la recepción de la misma:
“Se presta a la interpretación universal, y el vacío que deja permite que otra persona use su imaginación, de manera que también se convierte en una colaboración involuntaria con el oyente”.
“Reaching For Indigo” es un ejemplo de este canal que remueve conjuntamente tanto vísceras como constelaciones. ∎