Xiu Xiu, Good For Cows, Julia Holter, Deerhoff, Marc Ribot, Fred Frith, Ben Goldberg y Scott Amendola –escuchen “Plays Monk”–, Shannon Lay o Cibo Matto/Miho Hatoi, por mencionar solo a unos pocos afortunados, han contado o cuentan con la participación de Devin Hoff, también protagonista de un puñado de discos en solitario que destacan por su inventiva con un instrumento a priori limitado y tan de acompañamiento como el contrabajo. “Voices From The Empty Moor (Songs Of Anne Briggs)” es su nuevo álbum, un proyecto colaborativo donde el músico de Colorado condensa sus múltiples intereses y capacidades como arreglista en la breve obra de esta esquiva artista inglesa.
Las estructuras simples y repetitivas del folk siempre sirvieron de materia prima ideal para todo tipo de adornos y licencias. Nuevas tendencias a las que el folk británico de los años 60 fue adscribiéndose naturalmente con la complacencia de sellos como Topic y sus serios archivistas. Dentro de aquella camada de artistas renovadores, Anne Briggs (nacida en 1944) fue una de las más respetuosas con el acervo musical británico gracias a su sencillez y voz de corte clasicista. Su retiro prematuro la alinea con otras damas del nuevo folk como Vashty Bunyan y Linda Perhacs, aunque, a diferencia de estas, nunca volvió a pisar un estudio de grabación –salvo algún escarceo acústico con Bert Jansch–. Otras chicas tuvieron menos suerte: Shelagh McDonald sigue desaparecida; Sandy Denny falleció accidentalmente en 1978 en pleno proceso de autodestrucción; Shirley Collins perdió la voz durante casi cuarenta años y su actual retorno no deja de ser un milagro.
“Voices From The Empty Moor” podría inscribirse en el proceloso páramo del dark folk, pero lo haría de una forma oblicua y no menos caliginosa. Piezas fantasmales como “She Moved Through The Fair”, aquí en versión instrumental, se prestan mucho a lo paranormal pese a que su trasfondo sea una historia de amores imposibles revisitada por artistas tan dispares como Sinéad O’Connor, Mike Oldfield o Eyeless In Gaza. Junto a la tenebrosa “Let No Man Steal Your Thyme”, esta vez cantada por Julia Holter un poco a lo Rose McDowall, maridan frecuentemente en el inventario tradicional aunque a Briggs solo se le conocen unas tomas a capela durante su participación en el festival de folk de Edimburgo en 1963. Poco después publicaría su primer EP, “The Hazards Of Love” (1964), del cual Hoff rescata, reduce y deconstruye ligeramente “Lowlands” –tema clave en el maestro “Anthems In Eden” (1969), de Shirley y Dolly Collins– y “My Bonny Boy”, en popurrí esta última –“medley” suena mejor– con “The Snow It Melts The Soonest”, corte procedente del primer álbum de Briggs (de 1971), auténtica cantera de “Voices…”.
Hoff deslocaliza estas dos últimas piezas empleando una escala oriental a base de cuerdas –laúd y contrabajo, que suele tocar con arco en este disco–, reconvirtiéndolas en algo misterioso y seductor de difícil –e inútil– clasificación. Les siguen “Black Waterside”, de nuevo un tema folclórico recuperado de aquel primer álbum de 1971 –austeramente titulado “Anne Briggs”–, que Emmett Kelly interpreta vocalmente con el doble acompañamiento de un contrabajo pulsado y raspado, y la infalible “Willie O’Winsbury”, esta vez sin letra. No me resisto a recomendar las tomas cantadas que nos regaló Meg Baird –Espers, Heron Oblivion– de esta balada escocesa de posmaterialismo romántico en “Leaves From Off The Trees” (2006), junto con Helena Espvall y Sharron Kraus, y “Dear Companion” (2007). Hoff añade a su aparatoso instrumento una ligera guitarra acústica y la batería australiana del veterano Jim White.
Sin salirse de “Anne Briggs”, Devin Hoff sigue disponiendo de su sobrio catálogo sonoro con la excusa de “Maa Bonny Lad”, echando esta vez mano del free jazz y el saxo de Howard Wiley. Solo dos composiciones originales de Briggs, “Go Your Way” y “Living By The Water”, de nuevo procedentes del primer álbum de esta intuitiva trovadora de Toton, Bartleby melvilliana donde las haya, llaman la atención del contrabajista. Un tipo inquieto y creativo cuyo propósito, o eso barruntamos, de transformar a base de arreglos novedosos, oscuros y frugales, también insulares, como del fin de mundo, pero al mismo tiempo acogedores y poéticos, un repertorio desgastado sin miramientos por los usuarios del folclorismo petrificado se ha cumplido con creces. Sharon Van Etten y Shannon Lay ponen sus voces respectivas a esas dos solitarias composiciones, emulando de paso a la autora con un tono tan mesurado y falto de pretensiones que le hará sonreír de complicidad desde su silencioso retiro. ∎