Álbum

Eddie Vedder

EarthlingSeattle Surf-Republic-Universal, 2022

Quizá se divierta, pero no es tan seguro que (nos) divierta. Se palpa en el tercer disco en solitario de Eddie Vedder un impulso recreativo, liberado de algunos corsés y (sobre todo) soltando lastre de la gravedad que siempre distinguió a Pearl Jam. Pero lo que podría haber sido un trabajo aventurado acaba siendo, por lo general, regresivo. Por momentos, suena como si el grunge nunca hubiera existido, y eso no debería ser necesariamente negativo si este material no fuera tan mediano. Solvente pero redundante.

Una libreta de apuntes, la mitad de ellos prestados, que dan pábulo a un currículum que apenas lucía por su cuenta y riesgo un disco de canciones al ukelele (Ukelele Songs”, 2011) y alguna banda sonora (la de Into The Wild”, en 2007) como únicos apéndices visibles a la próspera trayectoria de la banda madre. Hay en estos 48 minutos demasiada gente. Demasiada rúbrica compartida, demasiadas colaboraciones, demasiados campos de batalla en los que incursionar, demasiada dispersión en un tratado de arena rock clasicote, de esos que pueden proveer munición para futuros directos pero pocos galones en la pechera. Es lo que hay, en definitiva.

La vocación de esa épica rock tan para la gente corriente y tan norteamericana reclama su espacio en “Invincible”, “The Dark” o “Long Way”, esta última con teclados del Heartbreaker Benmont Tench: escucharlas es certificar el trecho que va del primer Springsteen a –lógicamente– Tom Petty, aunque sin nada que se le parezca al abrillantado sintético de los últimos The War On Drugs. La emulación cumplidora de un sonido de profundo calado, que parece directamente salido de la segunda mitad de los años ochenta. En un registro similar, la ligereza de “Fallout Today” luce mucho más. De hecho, bien puede ser lo mejor del disco.

Más ajustados a su canon de los 90 son las explosiones de testosterona rock de “Power Of Right” o “Good And Evil”, delegando en un turbopropulsor que sería perfectamente intercambiable con el de los Foo Fighters de entonces y los de ahora: sorprende que hasta el fugaz picante funk de “Brother The Cloud” se parezca tanto al de algunas de las canciones de lo último de Dave Grohl y los suyos (o quizá no tanto, si tenemos en cuenta que en los créditos figuran un batería y un exguitarrista de los Red Hot Chili Peppers: Chad Smith y Josh Klinghoffer). Pero aún sorprende más que a Vedder también le haya dado por guiñar el ojo a los Beatles del “Sgt. Pepper’s Lonely Club Hearts Band” (1967) sin ningún disimulo en una “Mrs. Mills” que suena a lo mismo que los Foo Fighters de canciones como “The Sky Is A Neighbourhood” (2017) o “Chasing Birds” (2021). Y ya teníamos bastante con Oasis y sus afluentes, la verdad.

Por lo demás, la voz y el piano de Elton John y la armónica de Stevie Wonder poco pueden hacer por enlucir “Picture” y “Try”, respectivamente, de tan triviales como son. Rock de sota, caballo y rey. Básico, elemental y liviano. Tópico, incluso. Y eso que son las colaboraciones teóricamente de más peso de un disco en el que la producción del aquí también bajista Andrew Watt (Rita Ora, Miley Cyrus, Maroon 5, Ozzy Osbourne) y el crédito de los ya mentados Klinghoffer y Smith en su escritura apenas devienen en un trabajo desigual, desequilibrado, con puntuales focos de interés pero inequívocamente vicario de glorias pretéritas. ∎

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