Álbum

Edith Frost

In SpaceDrag City, 2025

El mundo necesitaba desde hace tiempo, entre otras muchas cosas, un nuevo disco de Edith Frost, aquella gran chanteuse country (y folk e indie rock) que se trasladó de Texas a Chicago, vía Nueva York, para echar raíces en la escena alternativa más exquisita de la ciudad. Nombres como Jim O’Rourke, Sean O’Hagan o Archer Prewitt (de The Sea And Cake) la ayudaron a hacer (aún más) grandes esas composiciones oblicuas cantadas con estilo particular, con una perezosa manera de desgranar las melodías. Canciones en clave menor, pero a menudo grandiosas, sobre cosas solo relativamente pequeñas.

Necesitábamos ese nuevo álbum desde, siendo más precisos, hace dos décadas; larga espera levemente aliviada por el EP “Nothing Comes Around” (2020), el luminoso single protesta “Little Sign” y apariciones en discos de The Thin Man, Morning Recordings o The Zincs, antiguo grupo de James Elkington. Tras el disco de ruptura “It’s A Game” (2005), Frost había roto también con la industria musical y tomado el camino de vuelta a San Antonio, donde durante muchos años compuso, como mucho, un tema al año.

En 2020, y por insistencia de Drag City, su sello de siempre, ya tenía material suficiente para entrar al estudio a grabar un disco. Y no a cualquier estudio, sino al The Loft de Wilco. Pero la pandemia dio al traste con sus planes, como con los de otros muchos. Frost se replegó sobre sí misma y vio acentuarse sus tendencias más antisociales y su ansiedad, síntomas de un TDAH que le diagnosticaron solo hace un año.

“In Space”, ese nuevo disco que, por suerte, ha acabado llegando, es ya desde el título una exploración del espacio lejano y al margen de todo y todos donde acabó. Pero tampoco es que fueran años enteramente perdidos. La autora del fabuloso “Wonder Wonder” (2001) se ha reinventado como teclista, algo que nos demuestra ya desde el principio con el órgano de la lánguida “Another Year”, canción compuesta como respuesta al fin del confinamiento que, sin embargo, aquí suena a anuncio de resurrección (“Ha pasado mucho tiempo / pero estoy bien / al menos he sobrevivido”). La sigue la conocida “Nothing Comes Around”, con su estribillo cercano a The Beach Boys. Sorprenden en todo momento el brillo y la vitalidad de su voz, con la que armoniza Sima Cunningham de Finom (antes Ohmmme), que además toca la guitarra.

Frost canta mágicamente sobre marcar distancias de un amante tóxico (“Back Again”, con esos toques jazz no extraños en ella), la sacudida que supone enamorarse (“What A Drag”) o la dificultad para dejar atrás el pasado (“In Space”), pero también se atreve con cuestiones más generales y políticas, como en la citada “Little Sign”, “The Bastards” –que parece casi una versión de “Man On The Moon” de R.E.M. hasta que revela no serlo– o esa sobrecogedora “Something About The War” sobre la política de separación de familias del primer gobierno de Trump. Canciones todas de un embrujo puramente frostiano, de una vulnerabilidad solo pareja a su profundo misterio. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados