Es evidente que a los canarios El Faro les van las distancias cortas. Por el motivo que sea. En trece años de trayecto han publicado varios singles, tres EPs propios (este es el cuarto), otros dos compartidos (con Algodón Egipcio y Los Lagos de Hinault) y un miniálbum de seis canciones que hasta ahora había sido su última entrega más o menos larga, “Ay, si un día” (2019). Lejos siempre del álbum al uso. Y algo parece haber cambiado a tenor de estas cuatro canciones. Quizá sea la aportación de Lisandro Montes (Dorian) y Sergio Acosta (Zoé), el caso es que el trío formado por Carlos Díaz (voz y guitarras), Carlos Valenciano (batería) y Alejandro Pedrianes (bajo) parece buscar audiencias mayores. Sus canciones se han vuelto más coloristas, más expansivas, con una indisimulada proyección comercial. Como si quisieran jugar en la liga de los grandes festivales. Creo que el aumento en sus reproducciones de streaming también lo avala.
Nada que objetar, aunque el apacible intimismo que se gastaban antes, y que en ocasiones me sigue recordando al delicado pop electrónico lo-fi de Russian Futurists y otras bandas de indie artesanal del tránsito de los noventa a los dos mil, aquí apenas se advierte en el primer tramo de “Sal de mi casa”. Las de “Una paz extraña” son cuatro canciones que ilustran cuatro estados de ánimo tras una etapa que se intuye dolorosa, desde el mensaje positivo de “Algo bueno”, que transita de las guitarras acústicas a un bailable subidón final de destellos estroboscópicos, tras unas líneas de guitarra eléctrica muy New Order, al meridiano tacto pop de “El rugir azul” y su refulgente estribillo, pasando por una “Querida tristeza” que empieza como balada al piano y deriva en una hiperelocuencia que identifico con los cantautores británicos de última generación que copan las listas. Es indudable que su argumentario se ha visto considerablemente barnizado. De hecho, apenas se advierte ninguno de los referentes que antes manejaban y que la información promocional del disco aún rescata. Pero el tránsito a mí me revela una cierta asepsia, como si se hubieran dejado parte de su personalidad por el camino. ∎