Disco destacado

El Guincho

Pop negroYoung Turks-Popstock!, 2010

El Guincho añadió un nuevo eslabón a su particular mapa mundialista y dio un grandísimo paso adelante con “Pop negro”, mejor álbum español de 2010 según el Rockdelux 291. Un trabajo que confirmó todo lo que ya sabíamos de Pablo Díaz-Reixa: investiga, prueba, combina, recorta, pega, disfruta. Y esta vitalista ceremonia multirrítmica volvió a corroborar lo que “Alegranza” ya nos había advertido en 2007. El Guincho no era, no es, un capricho de temporada. Juan Cervera lo explicó aquí. Escuchen “Bombay”, también elegida mejor canción nacional del año por los periodistas y los lectores de la revista.

Negro y brillante. Sí, esto sí suena brillante. Y acallará las boquitas de todos los que quisieron leer la repercusión internacional de “Alegranza” (2007) como un capricho de temporada, el plat du jour de una prensa musical descolocada apostando por nombres “exóticos” para sostener la credibilidad acorralada por la velocidad de las cosas (de demasiadas cosas). En fin. No hace falta repetirlo, pero lo haremos: “Alegranza” comprimía en sus cuarenta minutos un caudal de ideas tan apabullante que la primera escucha producía sensación de mareo. En serio. Era un chute de polirritmia tan calculado y, a la vez, tan vivo que dejaba absolutamente KO con las armas que solo los buenos creadores saben utilizar: la belleza y la intuición. Parecía imposible que ese chapoteo de ritmo y melodía fuera un trabajo (casi) unipersonal cocinado en estudio con un sampler, una colección de discos y poco más.

“Alegranza” tuvo la suerte de ser, además, uno de esos discos-bisagra que florecen cuando deben y que acaban reflejando, aunque sea involuntariamente, la radiografía del momento. En este caso, las ondas expansivas de unos Animal Collective en plena odisea espacial y las apetencias mundialistas de una nueva generación que giraba la vista y los oídos hacia las sabanas sonoras de África y el Caribe. El centro del mundo ya no era únicamente anglosajón y los detectores del pop más inquieto lo argumentaban con crucigramas rítmicos que trasladaban la tribu a la discoteca, legitimando, de nuevo, el robo (el muestreo) como verdadera creación. Y aquello de “modern primitives” volvía a tener, otra vez, verdadera razón de ser.

“Alegranza” es la mejor hoja de ruta de este encuentro, referencial como actitud y resultado y rotundo manifiesto de que otra manera de acercarse a la llamada “world music” era, es, posible. No salió de la nada, claro: el canario Pablo Díaz-Reixa ya había dejado algunas miguitas por el camino: con Coconot (“Novo tropicalismo errado”, 2006) y con el casi clandestino CD-R a su nombre (los encantadores veinticinco minutos de “Folías”, 2007) que precedió a “Alegranza”. Lo demás, dicen, es historia.

Juego de palabras entre “pulpo negro”, en catalán, y el “black pop”. Foto: Adrià Cañameras
Juego de palabras entre “pulpo negro”, en catalán, y el “black pop”. Foto: Adrià Cañameras
Una historia que reabre un nuevo capítulo tres años después con un “Pop negro” (juego de palabras entre “pulpo negro”, en catalán, y el guiño al black pop de toda la vida) que es esperado como maná por los oráculos de la modernidad. Algo que a Pablo, seguro, le pone los pelos de punta. Su misión es investigar, probar, combinar, recortar, pegar, disfrutar. Y todo lo demás, por mucha denominación de origen “alternativa” que le pongan, es (o debería ser) silencio. Silencio roto exclusivamente para exponerse a los nueve tentáculos que incluye el disco, más concentrado (es más corto) que el precedente, más transparente (las ideas mejor ordenadas) y, ya lo apuntamos, más brillante (suban volumen: esto es bombástico).

“Bombay”, que abre, es una pedrada de ritmo gordo adornada por un riff de teclado con resonancias orientales y unos “uh, uh, uhs” que no se van de la cabeza. Canción del año. Gran bienvenida en la vitalista ceremonia multirrítmica de un “Pop negro” –que temáticamente, intuyo, se mece entre los temas amorosos y la reflexión sobre el acto creativo– donde hay guarniciones de soca (“Novias” y su infalible estribillo: “Si tanto me quieres / haz como el resto de las mujeres”), condimentos que parecen encapsulados en el país de Confucio (“Ghetto fácil”), saxos casi enterrados en el armazón rítmico (“Soca del eclipse” y su enigmático refrán: “Eres tú la voz en mi habitación”), hipnosis con coros repetitivos (“Lycra mistral”), saxos en primera línea rebajando la voluptuosa tensión entre beats y coros (“Muerte midi” y ese “tienes veneno en la miel” que se antoja una reverencia a Radio Futura) y ensaladas de teclados ochenteros (“FM tan sexy” o, arriesgo, una buena digestión de la sensualidad sintética de Cameo y Womack & Womack). Si buscamos una columna que vertebre el álbum, la hallamos en el tratamiento de voces –la resolución de coros y/o cantos secundarios es de verdadera filigrana– y en síncopas de un ritmo que parece buscar la esencia del R&B de hace dos décadas (antes de que la fórmula se agotara por pura endogamia).

“Pop negro” –como “Alegranza”– pone sobre la mesa un eterno debate pendiente: que desde aquí se pueden fabricar, sin complejos, piezas sonoras de alta graduación. Saltándose el mimetismo e “internacionalizando” la identidad sin tener que renunciar a lo más cercano. Reventará en Toledo, Kioto, Berlín, Singapur, Los Ángeles o Ciudad del Cabo. El Guincho añade un nuevo estado a su particular mapa mundialista y da un grandísimo paso adelante situándose en la exclusiva liga de esos artistas que nos hacen esperar el siguiente movimiento con impaciencia, ilusión y gratitud. Grande. ∎

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