Han pasado nueve años desde “In Search Of Harperfield” (2016), aquel disco en que Emma Pollock tornó la memoria familiar en música. Algunos guardamos “Watch The Fireworks” (2007), esa primera entrega en solitario, como una auténtica reliquia. Ahora, con su nuevo trabajo “Begging The Night To Take Hold”, estamos casi ante un nuevo comienzo. Un álbum de diez canciones escrito desde el cuerpo y la mente de una mujer que ha atravesado la menopausia, el duelo de su padre (un músico aficionado al jazz que tocaba clarinete y saxofón) y el diagnóstico tardío de autismo, y que, aun así, conserva intacta la curiosidad que brilla incluso ante tanta oscuridad. De su banda de toda la vida, The Delgados, conserva la elegancia melódica, la precisión narrativa y esa serenidad que la distinguen desde los noventa.
Y sí, Pollock ha vuelto a grabar con su pequeño ejército de confianza. Hablamos de Paul Savage a la producción y batería, Pete Harvey al chelo y Graham Smilie en piano y bajo. Entre los tres construyen un sonido más depurado, sin apenas guitarras. Es un álbum desnudo, pero de una riqueza interna que recuerda al tono íntimo y confesional de Regina Spektor o incluso a Scott Walker, con la voz de Emma como instrumento central. Nos obliga a preguntarnos qué es realmente una canción, qué puedes quitarle y qué no puede faltar. El espacio que dejan juntos hace que todo suene calibrado y vital. El arte, firmado otra vez por Neil Smiley, en tonos rojos, es el tercer álbum consecutivo que diseña para ella, una especie de gramática íntima entre minimalismo y calidez.
Entre las distintas piezas de este nuevo material, hay momentos que brillan con especial fuerza. El arranque con “Prize Hunter” ya es espectacular. Comienza como una confesión científica y termina como una plegaria. “All the words and numbers you could want, but I sometimes ask if they endanger my health”, canta, consciente de su propio vértigo mental. “Rapid Rush Of Red” es la canción más espléndida y una de las más profundas, por lo que bien merece convertirse en sencillo. “Is it possible to train a sprinter to slow down…”, dice con voz grave mientras el piano la acompaña como una sombra fiel en medio del conflicto con un ser querido.
“Future Tree” funciona como autorretrato mental: “Too many numbers and not enough poetry” resume su batalla interior entre la razón y el instinto. Seguramente relacionada con ser neurodiversa. Musicalmente, la canción se mueve en bucles, como un pensamiento que se multiplica sin llegar nunca a resolverse. En “Marchtown” avista su barrio desde la memoria y la leyenda. Entre casas nuevas y viejas ruinas, aún resuena el rumor de una reina María I de Escocia, que perdió su reino al otro lado de la colina. Del mismo modo, también nos topamos con “Jessie My Queen”, inspirada en la artista Jessie M. King (1875-1949), una figura casi borrada de la historia del arte escocés, donde Pollock la convierte en símbolo de resistencia. “They buried you, nothing but your husband’s wife”, canta con ternura y algo de rabia. Es probablemente su composición más cinematográfica.
“Black Magnetic” se erige como el corazón temático del disco. Pollock canta “It’s right about now I should take off my shoes and run into the sea”. Su equipo la arropa deslizándose entre lo acústico y lo espectral. El cierre con “I Used To Be A Silhouette” devuelve la calma, una despedida en cámara lenta que suena a aceptación. Esta dura unos cinco minutos. Su parte final, más atmosférica, funciona como una pieza de ambiente perfecta para concluir.
“Begging The Night To Take Hold” es definitivamente un álbum sobre aceptar la complejidad. Una obra de madurez, luminosa incluso cuando se sumerge en la melancolía. A Emma Pollock le basta con mirarse de frente. Un disco sereno, profundo, precioso. Esperamos que arda un poco menos, mientras nos alumbra el doble. Qué suerte verla siempre. ∎