Muchos compositores han utilizado la disonancia y la atonalidad –se recomienda una posología moderada, eso sí– como elemento depurativo en su música, una decisión que suele dificultar la digestión del oyente. Inconformistas como Scott Walker, Robert Wyatt, David Sylvian o Arto Lindsay vienen rápidamente a la cabeza, pero la música clásica o el jazz ha producido seguramente muchos más ejemplos. Si a las estructuras armónicas heterodoxas y a las melodías elusivas añadimos una voz angelical en falsete tenor como la de Eric Chenaux, los ingredientes para un tratamiento completo de desintoxicación sonora quedan servidos. El canadiense nos lo vuelve a brindar en el muy excepcional “Say Laura”.
Asentado en Francia desde 2011, pero figura clave en la escena independiente de Toronto en los años 90 y principios de este siglo XXI, Chenaux suele publicar en Constellation, sello localizado en la francófona Montreal, registrando también una intensa actividad colaborativa con otros músicos –como Pauline Oliveros o Josephine Foster–, así como para medios escénicos –Maria Hlady– y fílmicos –Eric Cazdyn–. Un autor iconoclasta que lleva al límite su sensual juego “contra-intuitivo”, apuesta que le funciona en su aparente anarquía, como un equilibrista sin red ni arnés, pero cada vez más seguro de sus posibilidades. No es descabellado pensar en Picasso: cuando dominó lo académico, pudo experimentar con la forma. Beckett hizo lo mismo con la escritura. Chenaux, más humildemente, se diría que esculpe el sonido.
Con un timbre y tono vocales que recuerdan al Ben Watt de los inicios, el de “Summer Into Winter” (1982) y “North Marine Drive” (1983), Chenaux entrega esta vez cinco temas que desafían las convenciones del “pop” por motivos que todavía no hemos agotado en esta reseña. Como la extraordinaria duración de las piezas. Las más cortas, “Your New Rhythm” y “Say Laura”, se acercan a los ocho minutos. “Hold The Line” supera los trece. Gracias a ello, el artista se llena de tiempo para improvisar jazzísticamente, como diría un castizo, con ritmo pero sin prisa, empleando su depurada técnica con pedales y trastes, en mágica combinación con otros elementos quizá menos convencionales, como una caja de ritmos Boss y un piano eléctrico Wurlitzer –que toca su viejo colaborador Ryan Driver–.
Chenaux crea con todo ello una panoplia de sonidos variados y sorprendentes. Es su estilo, ya presente en álbumes como “Skullsplitter” (2015) o “Slowly Paradise” (2018). Solo que ahora aparca las reminiscencias más tradicionales que informaban buena parte de su producción, como el folk y la música medieval –no pueden perderse bellezas como “La Bride” (2017), junto a la vocalista y actriz Eloïse Decazes (Arlt)–, para incidir en una esfera minimalista que ya solo le pertenece a él, en diálogo con un contrapunto casi espartano y con la reformulación de unos instrumentos que incluso hasta dejan de sonar a sí mismos.
Para el autor de “Say Laura” –atención, no “Laura Says”–, cada nota, cada palabra y cada gesto cuentan, en su imperfecta perfección, en su encarnación única de consonancias y disonancias, donde los acordes vienen y van como en la música hawaiana y como en la vida misma. Librérrimo juego de las formas que no hace más que constatar el punto hasta el que puede llegar la música, arte de la técnica en su máxima expresión, al menos porque la separación entre “buena” y “mala” suele depender de su correcta ejecución. Será difícil que las canciones de Chenaux puedan ser versionadas por otros artistas, de la misma forma que a Thelonious Monk pueden imitarlo pero nunca “reproducirlo”, salvo que pongas uno de sus discos. “Say Laura”, surrealista e intuitivo, cálido y cristalino, sinuoso y elemental, vivificante y asimétrico, preciso e irrepetible, sería de ese tipo. El mejor trabajo de un artista único. ∎