Álbum

Fantasmage

No salgas másHumo Internacional, 2025

Los gallegos Fantasmage reaparecen con nuevo material. Tras más de diez años en la sombra, la bestia formada por Andrés Magán y Daniel Nicolás ha vuelto a rugir sin santo ni seña con “No salgas más”, un regreso que venía anunciándose a base de colarse por escenarios gallegos desde varios meses antes. Ahora toca volver a desatar el ruido en casa, sacarlos del barbecho sonoro de nuestras vidas, tras aquel primer disco homónimo “Fantasmage” (2012), y celebrar estos once fogonazos de guitarra y batería grabados por Ibán Pérez en Terraforma.

Pues sí, Magán a la guitarra y Nicolás a la batería y voz siguen tirando del cable como dúo y haciendo que salten chispas. Hablan de ciudades que asfixian, viejos miedos y adolescentes sin mapa. El ruido suena más musculado, las melodías más nítidas, pero la mugre sigue ahí, cubriéndolo todo como una segunda piel. Rock de garage, eléctrico y al borde del colapso, y todo envuelto con una portada de Tim Hensley, cuyos cómics, inéditos en España, encuentran aquí una salida con un dibujo que mezcla el terror de serie B con la comedia doméstica de figuras rígidas de gestualidad exagerada de los tebeos americanos. Una escena delirante –dos gemelas zombis rubias bailando por una calle mientras los vecinos huyen despavoridos– que, sin duda, encaja con precisión con el ruido y la ironía de Fantasmage.

La nueva puesta de largo arranca con “Halo”, postal de desencanto urbano escrita desde la esquina del hastío, y que marca el tono de lo que viene. Hablamos de un sonido atronador que pasa del punk al pop y deja clara la intención del proyecto. Hay rutina, resaca y alienación en “Cómo vas a cambiar, si te veo cada noche, mierda de ciudad”. Es imposible no acordarse en esta pista de “La mierda de ciudad” de Kortatu. Aún más enérgica, con la guitarra y la batería aceleradas, le sigue “Elvis”, que alcanza un crescendo épico en sus últimos treinta segundos. Su faceta más rockera, pero sin perder el toque melódico que recuerda a los cambios de ritmo de Los Brincos o Los Salvajes, llega con “Estatua de sal”. Con temas como este, la nostalgia de la banda vuelve a incendiar nuestros corazones.

Luego aparece ese pulso stoner, con cadencias lentas y pesadas como las del corte “Tan poco”, pero con un peso hipnótico que puede leerse como metáfora del deseo y la frustración, algo que se mueve por dentro mientras la otra persona (o el mundo) responde con apatía. Atentos a los ramalazos metaleros de “Chatarra”, con las guitarras echando chispas, o a la pista “Da igual”, con pandereta incluida y unos riffs iniciales muy de The Strokes, que bien podría convertirse en un himno generacional para los jóvenes despreocupados que viven atrapados en la inercia del consumo y el agotamiento mental: “Lo arreglamos consumiendo, nos da igual / poesía deportista te da igual / ya no hay huecos en la agenda, un desierto mental”.

La versión más psicodélica y sucia del grupo llega con “Nada que hacer” y su “siempre dices que no hay nada que hacer / no quiero estar a tu lado / levitando en un apartahotel / huele a supermercado”, sin abandonar la distorsión de las guitarras, los ganchos pop de la melodía ni la energía punk de las baterías. Del mismo modo, la cotidianidad, observada con una mirada punzante, es clave en “Santa”. Después, en “Baixada infernal”, la más larga del álbum con tres minutos y veinticinco segundos, parece que Brant Bjork (Kyuss) se hubiera inventado un desierto en mitad de Vigo, aunque Fantasmage lo lleve a su terreno oscuro. Y finalmente, y qué decisión tan sabia, en la última esquina de este mapa sonoro vigués desemboca “Playa mental”, donde surge el cruce más exquisito entre los setenta psicodélicos y un deje ibérico. Bocas, ojos, colmillos y un cierre con veinte segundos de distorsión hipnótica, en un acople de guitarra con fuzz y saturado.

Valoramos esa extraña conexión entre Magán y Nicolás, ese lenguaje compartido que solo entienden ellos y que vuelve a prender con “No salgas más”. Más de una década después, siguen sabiendo cómo encender el cortocircuito. Las canciones suenan frescas y nos recuerdan lo importante que es que siga existiendo un dúo que todavía cree en los sonidos más garageros y punkis. Y que nunca se les ocurra desenchufar, que el ruido nos sienta a todos demasiado bien. ∎

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