Disco destacado

FKA twigs

MAGDALENEYoung Turks-Popstock!, 2019
Tahlia Debrett Barnett se afianzó como una de las grandes artistas de los últimos años con “MAGDALENE”, su segundo largo, un álbum de introspección personal que conjura una ruptura amorosa y los abismos de una fuerte zozobra personal. Juan Cervera escribió sobre el disco, un trabajo exquisito y operístico, íntimo y delicado que se alzó con el número 1 en la lista de álbumes internacionales de 2019 según el Rockdelux 390.

Con sus primeros EPs de 2012 y 2013 quedó claro que a Tahliah Debrett Barnett había que darle de comer aparte. Su voz, su look y su sonido apostaban por alumbrar unos mundos intransferibles entre la electrónica aventurera y la torch song alienígena. Puro pop del siglo XXI que la británica rubricó con honores con la edición en 2014 de “LP1”, uno de los discos-foco para definir la década que ya se acaba. El sonido de los cuarenta minutos de ese álbum reforzó los cimientos de una autora con visión y ambición dispuesta a seguir únicamente el camino que le marcara su cerebro (y su corazón). Un disco, además, que contó con aportaciones de algunos de los diseñadores de sonido más relevantes del momento: ahí están Arca, Clams Casino, Dev Haynes y Sampha, por ejemplo.

El pequeño huracán que provocó “LP1” –presente en prácticamente todos los resúmenes de ese año de “lo mejor de...”; nominación al Mercury Prize– puso los focos mediáticos sobre el personaje/persona de FKA twigs, algo que su relación sentimental con el actor Robert Pattinson ayudó a magnificar.

Tras el álbum apareció el EP “M3LL155X” (2015); y después, el silencio. Y una larga etapa de turbulencias emocionales en la vida de nuestra protagonista: su ruptura en el verano de 2017 con Pattinson y una intervención quirúrgica en 2018 para extirparle seis tumores benignos del útero. Nubes negras asediando el reino de Tahliah que la de Cheltenham disipa y conjura en “MAGDALENE”, una segunda entrega larga todavía más concisa que el álbum de debut –el nuevo no alcanza los treinta y nueve minutos– que encapsula en sus diez canciones toda la zozobra vivida en los últimos años.

Un disco que no se desmarca del terreno del predecesor –canciones turbadoras de perfil vanguardista–, pero que afina sus contornos con una carga de introspección dolorosa que descorre las cortinas de su espectáculo –el componente teatral y visual, imprescindible en la obra de la artista– para dejarnos observar desde primera fila las cicatrices de su particular pasión: no es casual que el título haga referencia a María Magdalena, uno de los personajes bíblicos más malinterpretados y peor tratados por la historia del cristianismo.

A tumba abierta en un exorcismo personal purificador.
A tumba abierta en un exorcismo personal purificador.
Ni tampoco que lo primero que se escucha al descorchar “MAGDALENE”, en “thousand eyes”, sea la frase “If I walk out the door it starts our last goodbye”, clara referencia a una ruptura encapsulada en una miniatura que evoca lejanos aires litúrgicos, con la voz de soprano de Tahliah marcando el tono de un disco que en sus nueve piezas ofrece un especial vía crucis o misa de purificación. La canción está coescrita y producida por Nicolás Jaar, uno de los principales artífices del sonido del álbum, pero no el único: aquí suman también los talentos de Oneohtrix Point Never, Koreless, Skrillex, Arca (de nuevo), Benny Blanco, Jack Antonoff o Hudson Mohawke.

No es la primera vez que el exorcismo personal se empaqueta en ampollas de avant pop: la Björk de “Vulnicura” (2015) o “Arca” (2017) de Alejandra Ghersi son buenos (y grandes) ejemplos de cómo la torch song puede derramar hoy sus lágrimas sobre estampados poco manoseados. Y este es otro maravilloso ejemplo de visceralidad y confesión fijado en escenarios que hacen de la aparente frialdad estética una fuerza de la naturaleza.

“MAGDALENE” alcanza algunas de sus cumbres en “holy terrain”, con un gran cameo de Future (y sample de Le Mystère des Voix Bulgares), en la propia “mary magdalene”“I’m fever for the fire / True as Mary Magdalene / Creature of desire / Come just a little bit closer to me”– o en una “fallen alien”“I was waiting for you, I was outside / Don’t tell what you want / Because I know you lie (I feel)”– levantada sobre un piano obsesivo, un guadianesco beat rítmico y sample de The Florida Mass Choir (y que recuerda a los momentos de oro de Kate Bush).

Íntimo y operístico, delicado y ambicioso: a punto de cumplir 32 años, FKA twigs está en pleno florecimiento, reclamando su lugar como una de las voces más personales y escurridizas del nuevo milenio. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados