Álbum

Florence + The Machine

Everybody ScreamPolydor-Republic-Universal, 2025

Florence Welch abre su sexto disco en estudio con la titular “Everybody Scream”, una dentellada a los tics de la fama y del circo rock en la que ella misma vive instalada a su manera. En la era de Taylor Swift –con la que tocó en directo el año pasado– y Ethel Cain, por usar dos polos estéticos aparentemente opuestos, la galesa goza de la aceptación que antes se le negaba a cierta exuberancia femenina. Leviatán que ahora no duda en cuestionar creando un corte de contexto operístico, coproducido por James Ford, entre el glam cítrico de Sparks y el populista de Queen: “¿No os alegráis de haber venido? Sin aliento, suplicando y gritando mi nombre”. Sabe que el baño de masas tiene inconvenientes duros como la adicción.

Después de un episodio personal que estuvo a punto de la enviarla al otro barrio –un embarazo extrauterino que le provocó una hemorragia interna en 2023–, Welch retorna con la fuerza de una Patti Smith rejuvenecida, incluso de la Polly Harvey más descarada, y un puñado de canciones de rock confesional que se suceden como un torbellino. “One Of The Greats” apunta a esa ordalía personal sin dejar títere con cabeza. También habla de machismo, de las aristas ambivalentes de la gloria, de la vacuidad del exhibicionismo público. Lo hace desgarrada, un poco desordenadamente y con un sentido del humor del que no se libra ni ella misma. Con una teatralidad similar a la que desplegaban The Sensacional Alex Harvey Band interpretando “Isobel Gaudi” (1972), Welch acude a la brujería para exorcizar sus demonios interiores. Tus amenazas y tus promesas no me asustan, después de todo no hay nadie más monstruosa que yo, canta en “Witch Dance” antes de soltar un alarido borrascoso en la vena de Kate Bush. Al álbum no se le puede negar un enorme empuje, que también se refleja en la forma de cantar de Welch, cuyas letras se muestran más directas que poéticas. Gracias a Dios –o tal vez muy a su pesar– ya no queman a las brujas en el Reino Unido, al menos no literalmente hablando.

Que “Everybody Scream” propone una especie de sortilegio dionisíaco queda patente en cortes como “Sympathy Magic”, donde al fin asoma la electrónica pulsante característica de Florence + The Machine: Así que no tengo que ser digna, ya no intento ser buena, esto no me protegió como me dijiste que lo haría. En “Perfume And Milk” irrumpe el existencialismo y en “Buckle”, que significa hebilla, puede que cierto masoquismo y maltrato. Son las dos primeras canciones donde no interviene Mark Owen, de IDLES –coautor de hasta seis temas–, en este trabajo coral que habrá costado de hacer un auténtico potosí y donde Aaron Dessner –The National– ocupa un papel todavía más relevante acreditándose en todos los temas.

El resto del álbum transcurre en esos mismos parámetros. “The Old Religion” incide en la nueva rebeldía de Welch –Estoy harta de ser cuidadosa, de estar quieta, dame algo que pueda aplastar, algo que pueda matar–. El envoltorio pop de estas canciones épicas no habría convencido a viejos malvados como Lux Interior, Nick Cave o Mark E. Smith, menos dados a revelar tanta confidencia. No le falta razón en su crítica al patriarcado del show bussiness, ni en la amargura que siente por no haber podido fundar todavía una familia. Todo esto asoma en el catártico “Everybody Scream” –después de todo no es un mal consejo– que termina, como es habitual en estos casos, con la consoladora “And Love”. ∎

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