Reedición

GAS

GASKompakt, 2024
GAS, o lo que es lo mismo, el productor alemán Wolfgang Voigt, es uno de esos nombres surgidos de la Alemania de Monolake, Oval, Porter Ricks y demás gurús de la filosofía aerostática de los significantes dance asociados al house, el techno y el dub minimal.

En el caso de Voigt, sus inquietudes se orientaron a una suerte de ambient techno que fue cogiendo matices con el paso de los LPs hasta alcanzar la excelencia en “Pop” (2000), su pináculo discográfico más distinguible.

Entremedias, salieron a la luz eslabones perfectos de una cadena en progresión como “Zauberberg” (1997) y “Königforst” (1998). Pero donde comenzó todo fue en “GAS” (Mille Plateaux, 1996), ahora reeditado por Kompakt.

A lo largo de 92 minutos de pura abstracción hipnótica, somos testigos de la configuración de un sonido único. Seis movimientos titulados con el nombre del disco y la numeración correspondiente a su parte, engarzados a lo largo de una sinfonía dance abisal que expone las inquietudes que el germano fue desarrollando en sus siguientes pasos discográficos.

Aunque en sus acciones posteriores llegó incluso más lejos en resultados, “GAS” cuenta con la ventaja cronológica de media docena de partes ensambladas como si se tratara de uno de sus viajes de LSD en el bosque de Königforst, al lado de su casa, en Colonia. A través de dicha inspiración, destaca la emotividad subyacente por medio del hi-hat espectral marca de la casa que rubricó Voigt desde sus primeras incursiones discográficas.

Por su parte, en otros pasajes del disco, piezas como “GAS 6” muestran una técnica de abstracción colindante con la metodología patentada por William Basinski, donde la deconstrucción sónica del de Houston es remplazada por la profunda atmósfera monótona que, entre otros ingenios, preconiza los estándares creativos del Fennesz más meditativo de LPs como “Agora” (2019).

La repetición gaseosa de las texturas conforma el patrón rítmico de un trabajo que alcanza el summum del house crackológico en una tercera parte sencillamente gloriosa que añade tejidos sónicos realmente inquietantes. Por su parte, la cuarta está dominada por una especie de ostinato techno perpetrado a baja fidelidad. Uno diseñado para que se pueda colar más fácilmente a través de la alcoba del subconsciente.

Miremos donde miremos, siempre aflora la meticulosidad de un cirujano del beat, capaz de desintegrarlo en haces de vapor sinte. Magia de la cual siempre ha estado provisto, hasta en su triunfal regreso, diecisiete años después de “Pop”, con títulos tan recomendables como “Narkopop” (2017), “Rausch” (2018) y “Der Lange Marsch” (2021). Ramificaciones de una semilla que fue abonada en los surcos de esta música minimal, pura y esencial en el sentido más amplio del término. Pero, sobre todo, inmersiva, hasta el punto de convertir nuestro cerebro en una articulación más de un esqueleto rítmico flotante como pocos.

Siempre avanzando en un estado embrionario de concepción deep dance, “GAS” responde al ideal del periodista y teórico Simon Reynolds: el cuerpo humano es el verdadero oído de la música techno. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados