La relación entre Brian Weitz y Doug Shaw ya viene de lejos. El geólogo de Animal Collective, alma modular del caleidoscópico grupo, conduce desde 2017 un programa de radio mensual en NTS llamado ‘The O’Brien System’ donde da buena cuenta de su extensísimo rango musical, y el guitarrista británico –desde hace tiempo asentado en Nueva York y en el entorno de la banda desde 2003– ha sonado varias veces por ahí, ya sea en solitario o con proyectos como Highlife o Gang Gang Dance. En la pandemia, los vídeos de Shaw tocando la guitarra de muchas creativas maneras y siempre ahondando en bellezas de jangle pop o mantras espirituales le resultaron, de hecho, superinspiradores, casi una salvación en tiempos tan oscuros. Y empezó a hacer lo que sabe con ellos: grabarlos, cortarlos, pegarlos, procesarlos y construir con ellos un collage que es propio, sí, pero también necesariamente ajeno.
Esa es, básicamente, la premisa de “A Shaw Deal”: Geologist reinterpretando un repertorio fragmentado como un stalker, devoto de la potencia espiritual de Doug Shaw. La idea original era hacerle un regalo personal al guitarrista, pero el resultado le pareció a Weitz tan emocionante que decidió convertir todo ese material primero en una sesión precisamente para su programa en NTS y luego… en un disco. Y uno ya de primeras curioso: ni se puede considerar un álbum puramente de Geologist porque su función es más bien la de “productor” ni uno de Shaw porque, aunque literalmente todos los sonidos que contiene sean suyos, no ha participado en modo alguno; tampoco sería exacto considerarlo un disco remix porque realmente no había unas pistas originales sobre las que trabajar, y es raro pensar en un trabajo conjunto cuando uno de los dos implicados no sabe que está haciendo un disco.
Ese voyerismo íntimo y privado de trabajar con lo ajeno permea el álbum, que es siempre reflexivo, recogido y meditativo. Weitz ejerce casi de chamán, de interlocutor espiritual con un Shaw que es adorado como las divinidades, sin mostrarse, sin estar presente. Geologist se permite así traducir sus mensajes según sus criterios, modulando –nunca mejor dicho– los ánimos, las intenciones e incluso los significados. Y logra que una pieza como “Wit Of The Waterman”, que asoma como un eco del folk pastoral británico, se combe hacia terrenos más experimentales, cercando el ambient, o que lo que parece un country se presente, en “Knuckles To Nostrils”, de una forma psicofónica y hauntológica. “Ripper Called” va aún más allá sirviendo a ese amor de Witz por la extrañeza sonora y las bandas sonoras de terror, con su loop circular y esos crujidos electrónicos que simulan látex o puertas que se abren y se cierran en un siniestro balanceo.
La circularidad y la repetición son un recurso vertebrador de “A Shaw Deal”, pero no solo para generar extrañeza, también para ahondar en esa forma de meditación profunda que el álbum abraza. “Route 9 Falls”, por ejemplo, se acerca a los experimentos que ya hicieran Avey Tare y Panda Bear –colegas en Animal Collective– en trabajos como “Spirits They’re Gone, Spirits They’ve Vanished” (2000) o “Sung Tongs” (2004), freak folk hippy e hipnagógico con alta carga espiritual, y “Petticoat” sigue la misma línea aunque se desgaje hacia el final, como una vieja juguetería con horror vacui desmoronándose, los juguetes desbordándose de las estanterías y terminando en el sótano. “Loose Gravel”, manteniendo el ánimo, aparece en una latencia completamente desnuda. Y “Avarice Edit” va desapareciendo en un eco lejano para que sea nuestra voz la que dote a esta pintura de sentido. A través de la exaltación, pero también de la comprensión del otro, Geologist parece querer invitarnos a sentarnos un rato con nosotros mismos. ∎