A este año le faltaba algo, y ya está aquí. El pop tiene a Taylor Swift y el underground a Guided by Voices. Los de Ohio siguen a su ritmo, sacando discos sin preocuparse por si alguien los cuenta, y ahora es el turno de “Universe Room”.
Formados en Dayton, ciudad obrera, Robert Pollard y los suyos pasaban los días entre trabajos, cervezas y grabaciones en una Tascam de cuatro pistas. Nunca hubo un plan maestro, o eso dicen, solo un grupo de tipos haciendo power pop, pero que ya van por el disco número cuarenta y uno y seguro que no será el último. Mientras América se desmorona en los discursos de Trump o Musk, ellos la siguen construyendo en canciones. Rock sin adornos, sin solemnidad, para quienes aún creen en los héroes anónimos.
Aunque han insistido en que los coros típicos son cosa del pasado y que esta vez la fidelidad cambia audazmente entre lo-fi y hi-fi, lo cierto es que la producción de “Universe Room” realmente oscila entre texturas más orgánicas y otras más pulidas, a veces dentro de una misma canción, pero el ADN de Guided by Voices sigue intacto. “Bee Thousand” (1994) se convirtió en un álbum de culto gracias a este sonido más crudo y sin pretensiones, y esa esencia sigue siendo clave en su atractivo hasta hoy. Merece la pena recordar otras grandes obras como “Alien Lanes” (1995), “Under The Bushes Under The Stars” (1996) y “Let’s Go Eat The Factory” (2012).
El arranque de este nuevo lanzamiento es glorioso. En “Driving Time”, no sabes si Kevin March golpea la batería con torpeza o se ha ido a grabar el sonido de una panda de grillos. El resultado es cierta atmósfera engañosa, dando la impresión de que el disco será más ambiental de lo que realmente es. Luego llega “I Couldn’t See the Light”, donde el poder del power pop se hace evidente en las guitarras y nos encontramos a Pollard al frente, jugando entre la percepción, la fe y la desconexión de la realidad. Lo de “Chance a beacon to friends and strangers / And they come for their fallen angels” sugiere esa búsqueda de guías y redención constantes en tiempos de crisis.
Esta entrega salta entre la efervescencia de un post-rock juguetón, como en los temas “Elfin Flower With Knees” y “Aluminum Stingray Girl”, y un pop que esquiva lo predecible. Un buen ejemplo es “Dawn Believes”, una de esas canciones que requieren varias escuchas para desentrañar todas sus secciones y capas de sonido. “Fly Religion”, su primer sencillo y que os adelantábamos aquí, encarna esa energía errática, al igual que “Hers Purple”, que suena como si estuviera atrapada en una cinta de ensayo.
La orquestación de cuerdas en “The Great Man” es espectacular y se te queda grabada incluso sin prestar atención a la letra. Pero conviene hacerlo, porque se acerca casi al guion de una película de terror sobre apariencias, promesas y mentiras, muy en la línea del circo político global. En “Clearly Aware” estamos ante un ejercicio de producción sencillo y medido, lo-fi sin artificios, pero con más intención de lo que aparenta. También reside en el corte “The Well Known Soldier”, en acústico y sonando a demo rescatada, con Pollard tocando a dedo en su versión más espontánea.
En temas como “Independent Animal”, con su minuto y medio de duración, te quedas con ganas de más. Esta pista, en realidad, encaja más con los proyectos paralelos de Pollard y Doug Gillard, como Speak Kindly Of Your Volunteer Fire Department o ESP Ohio. Y no podemos marcharnos sin mencionar “19th Man To Fly An Airplane”, una epopeya progresiva condensada en pocos minutos. Arranca con una especie de charanga, se despliega en un torbellino de riffs distorsionados y cierra con un guiño britpopero. Solo por este caos sublime ya vale la pena llegar hasta aquí.
El disco de Bobby Bare Jr., Doug Gillard, Kevin March, Mark Shue y Robert Pollard puede sentirse denso por momentos, pero su brevedad juega a su favor: si hay algo que no te convence, en veinte segundos ya habrá cambiado. Del mismo modo, asume un enfoque muy distinto al de su último álbum de estudio, “Strut Of Kings” (2024), donde las canciones seguían estructuras más convencionales y rondaban los tres minutos. La cuestión es que “Universe Room” no busca ser un álbum perfecto. Ni lo necesita. Es un disco que se disfruta (y bastante). Y lo mejor de todo: Guided by Voices siguen sonando como Guided by Voices. ∎