Purasangre. Esos caballos que se crearon en la Inglaterra del siglo XVIII cruzando yeguas mayormente inglesas e irlandesas con sementales árabes, berberiscos y los turcomanos Akhal Teke, buscando los mejores ejemplares para las carreras. Buscando reacción y transformación. Mezcla y química. En fin, que no estamos aquí para hablar (escribir) de caballos, sino de un disco al que le han puesto por nombre “Pura sangre” y que es el quinto de la carrera del cantaor toledano (de Corral de Almaguer) Israel Fernández. Pero con ese título, con la imagen de un caballo en la portada del álbum y con otro equino en la carátula del CD, o con el caballo blanco del videoclip de “Seré silencio”, casi que nos lo han puesto en bandeja. O, más bien, que viene a cuento.
Así que, siguiendo con lo del título del álbum, dice Israel que para él la pureza no tiene que ver nada con las mezclas. “Yo la pureza la veo cuando una persona es leal, verdadera, que no se engaña a sí mismo, ni intenta pretender para sorprender, sino, musicalmente hablando, transmitir, que es lo más importante en la música, transmitir”, respondió el 9 de julio en el programa de Radio 5 “Abierto hasta las 2” a una pregunta de su presentadora, Paloma Arranz.
Como leí hace unos días, cualquier cosa inocente que cuentan los niños tiene una profundidad extraña. Y aunque no siempre es así, porque tampoco hay que afiliarse al club de la exageración, sí que suele pasar a menudo. Israel Fernández ya no es un niño, en marzo cumplió 34 años, pero escribe letras (firma todas las de este disco, que nos lo muestra más autobiográfico que nunca) con una profundidad como la de esos críos inocentes, y en ellas solo deja que mande el corazón: “Unos sin agua y otros borrachos, muchas iglesias, pocos rezando, unos con tanto y otros tan poco, unos riendo y otros llorando (…) pocas verdades, muchas mentiras, buenos muriendo, malos con vida”. Eso canta en la bulería “Al tercer mundo”, cuyo videoclip se ha filmado en el asentamiento chabolista de Atochares, que está en el municipio almeriense de Níjar; ahí salen las caras, con sus fatigas y sus penas, de los que nos siembran, riegan y recogen los tomates, los pimientos y los melones. En ese tema colabora Pional, que también lo coproduce, como asimismo hace con el martinete que abre el disco, “Pucheros y sartenes”, con “Soleá de mi casa” y con la serrana (morentiana) “Seré silencio”. Igual habría estado bien que ese atrevimiento, el de Israel con Pional, o viceversa, hubiese ido a más y llegado más lejos. Que ya está bien como está, dando ese pasito hacia delante, pero que cuando se hace menos humilde y más presente, sobre todo en “Seré silencio” y en la soleá, ahí se aparece una bonita vía por explorar que encajaría con su deseo (ya logrado) de aportar, de ir más allá de ser un copista de lo antiguo. Con Israel coproduciendo todos los temas, Diego del Morao más de la mitad y Chaboli la bulería final “Despierta”, más el citado Pional, puede decirse que aquí se ha juntado un señor equipo con el tiempo de su parte.
Y aunque en la rumba “Ni príncipe ni rey” nos pide calma (“dejadme en paz, por favor, y no me condicionéis, estoy harto de tanto dominio, no quiero ser príncipe ni rey”), ahora mismo, con este disco, Israel galopa y galopa. ∎