Tras una época centrada básicamente en el ruido, Kayla Cohen sorprendió en 2016 con “Open To Chance”, su apertura a un country-folk cargado de espacio y muy depurado, camino que prosiguió en “Spring” (2019), aquí con algo más de margen para la divagación. En su primer disco en más de cuatro años, siguen ahí su voz evanescente, la intimidad, la serenidad, pero Itasca cambia a menudo la guitarra acústica por la eléctrica –o una Gibson SG-100 de 1971, para ser precisos– y se dedica a rockear con quietud.
Según ha explicado a ella misma, la llegada de Robbie Cody (Wand) como coproductor aportó nuevos aires a su forma de grabar. Donde antes podía ser quisquillosa, ahora podía dejarse llevar. Tampoco durante la fase de mezcla incordió en exceso. El plan ahora era tener menos planes, disfrutar del privilegio de hacer música con tu banda.
Lo más estudiado son unas letras marcadas por la fe o los mitos, pero sobre todo por el interés de la artista en la psicología y, más en concreto, nuestra tendencia a actuar imitando lo que conocemos, aunque podamos ser inconscientes de ello. Eso puede incluir desde gestos leves a declaraciones de guerra. Ha dicho Cohen en entrevista con ‘Aquarium Drunkard’: “Pienso en Netanyahu imitando a otros hombres que han venido antes de él, imitando masculinidades o una bravuconería que ha visto. Puedes pensar en todo en términos de imitación”.
En ese glorioso arranque con “Milk”, se diría que Cohen está imitando a Stuart Staples de Tindersticks con ese temblor vocal. “Imitation Of War” representa a una Itasca más reconocible, pero, a la vez, es toda una renovación: como ella misma ha dicho, es casi su tema power pop-glam; lo más ágil que nos haya regalado hasta ahora. Más adelante, sorprende también la pieza central “Easy Spirit”, nueve minutos y medio de (cierto) tumulto rock’n’roll que hará las delicias de algunos deadheads. En ambas, su colaborador habitual Daniel Swire (colega suyo en los casi veteranos Gun Outfit) cede la batería a Evan Burrows, de Wand.
Otras veces, la eléctrica sirve para el puro ensueño, como en el trenzado de “Under Gates Of Cobalt Blue”, según Cohen inspirado por el debut homónimo de Thin Lizzy de 1971. Recuperen “Dublin”: no miente. Otras veces, la artista puede servirse de su vieja amiga, la acústica, con esos mismos fines de hipnosis: escúchense (en bucle a ser posible) el boceto instrumental “Interlude”, la balada “Dancing Woman” y la miniatura final “Olympia”.
“Imitation Of War” se acaba revelando, curiosamente, como su disco más relajado y, a la vez, el más amanerado, consciente, a veces literalmente teatral: el penúltimo tema se llama “Molière’s Reprise” y le sirve para reírse de su propia actitud sobre el escenario, que al parecer podría mejorar. Cohen no deja de pensar últimamente en lo mucho que tiene la vida de teatro, cómo todos hacemos un papel en un momento y en el siguiente. Ella está bordando el de pitonisa desert folk(-rock). ∎