Cuatro años después del EP “Dissolution” (2019) y cinco desde su último álbum, “Out Of Touch” (2018), retorna este inefable finlandés con un álbum que amplía el espectro sonoro de su pop electrónico nórdico. El tema homónimo, que suena a Curtis Mayfield con esas flautas y panorámicas urbanas, es la carta de presentación de su nueva forma de hacer, expandida y desacomplejada, menos maquinal, con ganancia en lo exuberante y más exótica aún si cabe. Cierto europop ha tenido siempre este componente atractivo, casi estrafalario. Pensemos en Walter Wegmüller y el peculiar juego del Tarot que Kalevi, que no ha sido del todo original en este asunto, propone en su página web oficial y en el libreto de disco. Pero “Chaos Magic” no es krautrock y, en general, la improvisación kosmische brilla por su ausencia.
Lo que verdaderamente atrapa de “Chaos Magic” (traducible como “la magia del caos”) es el puñado de canciones que este gigantón de voz opacada se ha sacado de la manga. La vena es claramente setentera, mientras que su arteria es el tecno-pop. Con esto le salen cosas entre John Foxx, D.A.F. y The Associates como “Palace In My Head” aligerada con el pop seventies afrancesado del estribillo. Incluso en cortes más canónicos como “I Forget”, que suena a Fad Gadget, Kalevi se las arregla para introducir algo imaginativo, como unos coros femeninos. Se da cuenta de que lo lineal es aburrido y ha querido proveerse de muchas salsas. Orientales en el caso de “The Chamber Of Love”, que suena a Yukihiro Takahashi y a ese synthpop comercial para simpatizantes de Yukio Mishima. También remite a “The Lexicon Of Love” (1982), de ABC, sin las orquestaciones de Trevor Horn.
Todas las canciones de “Chaos Magic” tienen gracia, algo adictivo. El desgarbado Jaakko resulta que transpira ironía y guasa, aunque lo haga de manera involuntaria y natural, sin sonreír casi nunca. La nieta del nonagenario Alejandro Jodorowsky –de los finiquitados Burning Peacocks– coescribe “L’horizon” junto a Jaakko, un añejo corte de eurofunk con sabor galo, y hace coros en el disco, aunque la participación de Alma, que también dirige y canta a dúo en el clip de “Palace In My Head”, es algo confusa en los créditos de la edición física en contraste con otros formatos; Yu-Ching Huang compone las letras e interpreta en supuesto mandarino taiwanés –no traducido en el cuadernillo– la moroderiana “Galactic Romance”; John Moods interviene componiendo y cantando en la mutación dub de “Cyborg”, un poco entre los holandeses Gruppo Sportivo –“She’s a cyborg from outer space to save human race”– y el penúltimo Serge Gainsbourg, otro feo mítico; el dúo franco-americano Faux Real aparece en “Hell & Heaven”, muy The Human League si no fuese por el recitado francés a lo Taxi Girl, donde Alma vuelve a colaborar en la composición (aparentemente). La ingrávida “Drifting Away”, donde participa su compatriota Jimi Tenor al saxo con un arreglo jazzístico, ha sido otro de los singles digitales de un álbum grabado entre Atenas –allí reside el aprendiz de psicomago–, Suiza, Alemania y Estonia con la ayuda de Teemu Takatalo en la producción y la pintura de la milanesa Flaminia Veronesi en la portada.
La influencia de los belgas Telex, también Stereolab, es evidente en la irresistible “Dino’s Deo”; la de Blancmange lo es en la inferior “Trouble Man”, de nuevo con potentes aromas a soja y esos desarrollos de sintetizador como en los mejores pasajes de John Grant (también asoman en “Heaven & Hell”); sin olvidarnos de la melodía más evidente, “Night Walk”, donde el desgarbado seductor de ojos azules se viste de Bryan Ferry para la ocasión. Los trece minutos de “Let’s See How Things Go” ponen el cierre a “Magic Chaos” con un toque de humor kraut y algo de Suicide, un disco híbrido, cosmopolita, mundanalmente reflexivo y pegadizo. Superlativo: un diez. ∎