El escritor estadounidense Thomas Wolfe, considerado por William Faulkner el mejor de la generación literaria a la que él mismo pertenecía, y muy influyente para Jack Kerouac, falleció en 1938. Dos años después, su editor rescató el manuscrito titulado “You Can’t Go Home Again”, que se convirtió en su novela póstuma, un relato, aquí publicado como “No puedes volver a casa”, centrado en las relaciones entre un novelista, la ciudad en la que se inspira y la reacción de los habitantes de dicha población tras la publicación del libro. En la introducción que hace el propio James Woods de este “disco-biopic”, el protagonista de “El campo de cebollas” (Harold Becker, 1979), “Videodrome” (David Cronenberg, 1983), “Érase una vez en América” (Sergio Leone, 1984) y “Salvador” (Oliver Stone, 1986) dice que, de joven, “You Can’t Go Home Again” fue su novela preferida, la que mejor le describió la sociedad estadounidense, la pertenencia, la idea del hogar. Nicholas Ray incidió en la misma línea con su filme experimental “We Can’t Go Home Again” (1973), pasando del singular al plural en esa imposibilidad de regresar a casa. Lo mismo le ha ocurrido a Woods, un actor sin hogar cinematográfico, quizá el mayor talento de su generación, un poco más joven que Harvey Keitel y Christopher Walken, otros dos actores independientes que han trabajado, sin traicionarse demasiado, en el cine de gran producción.
Tan inusual es Woods que ha aceptado que se escriba su vida en formato de música country y rock sureño. Shooter Jennings, hijo de Waylon Jennings (1937-2002), es el arquitecto de esta biografía musical en la que se ha implicado el propio actor, aceptando el reto y validándolo. “Escucha el crujido del trueno”, un buen título para la vida de Woods cantada por Jennings, y no solo en clave country: el tema “Hollywood Kills Everything”, el particular ajuste de cuentas del actor con la industria hollywoodense, adquiere festivos aires de rhythm’n’blues.
Con el respaldo de la Highway Storm Orchestra dan forma a canciones serenas, arraigadas a la tierra, al paisaje, al lugar al que Woods querría volver tras tantos años de tumultuosa carrera. Country modulado con piano, guitarra, pedal steel y violín como “Misty Morning” –tan próxima a Tom Waits– y “Wallum Lake”. O más enérgico y ornamentado, como “The Road Back” y “Café Central”. Baladas ondulantes –“Whispers From The Heart”– de añoranza contenida –“Here We Are”– o confesionales –“A Tinker’s Tale”–. Jennings desgrana como si fueran propias las vivencias de Woods. No es la adaptación de un libro de memorias que el actor siempre se ha negado a escribir, sino el producto de una sugerencia: Shooter le dijo que escribiera la letra para algunas canciones, y lo que hizo Woods fue pergeñar elementos de su vida en ese formato. El músico les da la forma más adecuada, pues el country y sus derivaciones le van como anillo al dedo a las experiencias del actor. Y no solo experiencias biográficas, sino pensamientos y reflexiones en torno a su vida y su carrera en el cine, lo que quiso y lo que ha conseguido, descrito sin acritud, pero con dureza. Esto es América, dice Woods en la última canción, “A Tinker’s Tale”, un hogar roto bajo el crujido del trueno. ∎