Álbum

Jenny Hval

Iris Silver Mist4AD-Popstock!, 2025

En los medios musicales donde tienen la costumbre de etiquetar el disco a reseñar con el estilo musical, a Jenny Hval le suelen adjuntar siempre el adjetivo “experimental”. Dicha calificación es ciertamente ambigua, daría para un ensayo determinar qué músicas la merecen. En todo caso, los últimos trabajos de la noruega lo serían, de la misma forma en que podrían serlo el Brian Wilson de “SMiLE” o, por citar a artistas más recientes, alquimistas como Stereolab, Broadcast o Panda Bear. Es decir, músicos que trabajan con el concepto de canción y melodía pero que prefieren probar otras texturas de sonido, diferentes estructuras y atmósferas menos convencionales, a la par que dotan a sus álbumes de un concepto inspirador y vertebrador. Nunca predecible, Hval ha encontrado el acicate de su noveno LP en el perfume homónimo del título, creado por Maurice Roucel y comercializado por Serge Lutens en los años noventa. Obviamente, no se trata de un tratado técnico de perfumería: la fragancia es vista como desencadenante del recuerdo y como una presencia casi fantasmagórica que se percibe, pero no se ve.

Abre el álbum “Lay Down”, una de las canciones más dulces de su carrera. Tiene su explicación. Habiendo concebido el álbum como un conjunto en el que una canción se disolviera en la siguiente, a su sello le pareció que le faltaba un single. Hval, complaciente y capaz, les dio la composición y la colocó en primer lugar para no alterar el orden que tenía establecido. “To Be A Rose”, la segunda, sería por lo tanto el tema fundacional del que emana el resto. El humo de los cigarrillos en los conciertos la lleva al de los que fumaba su madre en el balcón mientras ella cantaba en la habitación. La canción es tan etérea como orgánica y va creciendo en torno a un estribillo poderoso. La capa de sintetizadores de la casi susurrada y soñadora “I Want To Start At The Beginning” enlaza perfectamente con la nocturnidad de “All Night Long”, que bien podría imaginarse en boca de Cate Le Bon.

Utilizando samples de sonidos naturales como trinos de pájaros o pasos humanos en interludios espectrales como “Heiner Muller”, “Spirit Mist” o “Huffing My Arm”, parece invocar una presencia en la sala, al margen de la música. Como al final de “You Died” con la cremallera que cierra la bolsa mortuoria para su llorada mascota. Tan atenta a cada detalle, quizá no sea casualidad que la más libre formalmente sea la fluctuante y cadenciosa “I Don’t Know What Free Is”, en la que sueña en desaparecer exhalada con el humo del cigarrillo de su madre. Mucho más amarrada a la tierra, a ritmo de música disco, “The Artist Is Absent” necesita menos de minuto y medio para invocar la imagen de un escenario tan vacío como los de los tiempos pandémicos. Ella no los ve tan distintos de las plataformas de streaming, espacios intangibles y uniformes que restan fisicidad, imagen y fetichismo al acto de escuchar música. Un ritmo tribal, puntuado con chasquido de dedos, da entrada al pop sereno de la oslense en “The Gift”, un recordatorio de la fugacidad de cada momento: esa sala de concierto llena, que en poco más de lo que duran esos chasquidos estará despejada, con cerveza ya seca en el suelo. Hval ha declarado en entrevistas que es pesimista respecto al futuro de la música pop, tal como la conocemos; grabar un disco y salir de gira está perdiendo el significado que tenía. Lo expresa en forma de canción en “A Ballad”, donde se pregunta por qué sigue subiendo a un escenario a cantar. Ante la duda, hace mutis por el foro cual espíritu en retirada y nos deja con un atmosférico instrumental, que cumple al dedillo sus instrucciones: “I Want The End To Sound Like This”. Que sea, pues, el sonido del final de este álbum, no el de su carrera, por Dios. ∎

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