Álbum

John Zorn

John Zorn’s Bagatelles Vol. 1-4Tzadik, 2021

Cuando hablamos de una bagatela, pensamos en algo que no tiene demasiada importancia. Pero cuando el término lo aplicamos al lenguaje musical, la cosa cambia. Ludwing van Beethoven fue el precursor de la bagatela musical, obras ligeras y breves, las que en apariencia tienen menos importancia que las composiciones mayores. Pero la historia del arte en general, de la música a la pintura, de la literatura al cine, está repleta de “bagatelas” que con el tiempo han adquirido tanta o más relevancia.

Incansable en la creación de nuevas composiciones y conceptos, infatigable, telúrico y homérico, John Zorn escribió hace cinco años sus bagatelas particulares. 300, ni más ni menos, el mismo número de piezas que compuso para el segundo cancionero de Masada, “Book Of Angels” (con 31 compactos editados entre 2005 y 2017), y unas cuantas menos de las 92 que conformaron otro de sus proteínicos maratones, “The Book Beri’ah” (2018), dividido en 11 entregas discográficas. Zorn asume la idea del cancionero como lo hacían Irving Berlin o Cole Porter, pero a su manera.

Las distintas formaciones asociadas al universo zorniano han interpretado en directo desde 2015 estas piezas (el Jazzaldia de San Sebastián gozó en su edición de 2019 de una maratón doble). 47 de ellas se hacen ahora carne discográfica para consumo permanente en una caja con cuatro compactos en edición limitada, “John Zorn’s Bagatelles”, la primera entrega de otra serie que se adivina medular en la discografía que nunca cesa del músico neoyorquino.

Para esta primera fase en estudio, Zorn ha contado con el cuarteto de Mary Halvorson (9 bagatelas), el dúo de violonchelistas formado por Erik Friedlander y Michael Nicolas (10), el trío Trigger (15, de la pieza menor, la 9, a la mayor, la 294, en cuanto a numeración) y la música generada en solitario con su portátil por Ikue Mori (13). Varias generaciones cruzadas por lo que a Zorn se refiere: Mori lleva muchos años tocando con él, lo mismo que Friedlander; Halvorson es la última estrella panorámica de la vanguardia jazzística, y Trigger es otro de los descubrimientos de metal punk-rock a los que tan acostumbrados nos tiene el autor.

Nadie defrauda, ni quien compone ni quienes ejecutan. El cruce de guitarras entre Halvorson y Miles Okazaki, ahora con sonidos espaciales, ahora casi hardcore, dialogando o bien oponiendo texturas contrarias, es antológico y en modélica estereofonía: ella se desangra por el canal izquierdo y él contrapuntea por el derecho. Las cuerdas tensadas de los dos violonchelistas ofrecen el registro más dramático, sorteado de vez en cuando por esas fugas sonoras por territorios de la música de cartoon, otra de las manifiestas debilidades de Zorn cuando experimenta con instrumentos de cuerda. La ecuación guitarra-bajo-batería de Trigger es orgánica: riffs sucios, percusiones trepidantes, bajos sincopados, ritmos densos y cargados, fisuras metálicas de grindcore, aceleraciones sin pausa y repeticiones ignominiosas en los breves espacios temporales que permite una bagatela. Ikue Mori, sabiéndose la cómplice más estable de Zorn, pone a su modo algo de sosiego con su paisajística electrónica entre somnolienta, juguetona, fantasiosa y de gran simplicidad formal: sonidos de ciencia ficción analógica que parecen surgir de una vieja caja de música. ∎

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