Como si su anterior y menospreciado disco no fuese motivo suficiente para tomarse un respiro y valorar si la vida de casado y su encontrada fe en Jesús le ha drenado todo el mojo, Justin Bieber vuelve apenas trece meses después con su sexto largo, “Justice”. Antes de su lanzamiento, al disco ya le envolvía un aura maldita: esa portada con un Bieber en un túnel de Los Ángeles cubriéndose el rostro en pose introspectiva podía ser peor, y es que venía rubricada con el título del álbum con parecido razonable al logo de Justice. Se verán en los tribunales después de una riada de excusas peregrinas por parte del equipo del canadiense.
Dice Justin que el título responde, además, a una voluntad de aportar su granito de arena en la conversación sobre lo que la justicia debería ser y la necesidad de la humanidad de sanarse. Afortunadamente, y más allá de un cuestionable sample de un discurso de Martin Luther King, “Justice” no es el ejercicio de woke-washing que temíamos y, en su lugar, extiende la vida de vino y rosas con Hailey Bieber, su mujer desde hace dos años. Y lo consigue reduciendo los beats traps en favor de un colorismo pop que lo acerca, sobre todo en su segunda mitad, al Bieber de “Purpose” (2015). O sea, el mejor.
Antes, eso sí, hay que aguantar lastres como “Deserve You” –con el sex appeal de una lechuga– o ese divino en lo lírico pero mundano en lo musical “Holy” junto a Chance The Rapper, que bien podría ser la primera canción mainstream que rima Lionel Messi con Joe Pesci. Pasado el citado interludio de MLK, Bieber se emborracha de la misma nostalgia pop-rock sintética de su vecino y ¿enemigo? The Weeknd. No hay ningún “Blinding Lights”, y ya no digamos un “Sorry”, aunque “Die For You”, “Somebody” o “Hold On” permanecerán semanas en las playlists genéricas de Spotify. Mejor suena en su reencuentro con Skrillex en “Loved By You”, que lo ve unirse al wonder boy nigeriano Burna Boy para recordar que fue pionero en llevar el pop tropical a las radios. Y tampoco puede faltar un cierre a modo de balada a corazón abierto en la que, con producción del estelar Benny Blanco, desgarra soltando todo lo que su pobre alma ha sufrido bajo los focos desde crío. Es vainilla, sí, pero qué bien sabe. ∎