Álbum

Kite

VIIDais, 2024

El pasado viernes 9 de agosto se publicó el primer álbum en estudio de los suecos Kite, singularmente titulado “VII”. En realidad es su octavo disco sustancioso si consideramos los seis primeros EPs del dúo, una serie de impecables miniálbumes titulados “I”, “II” y así sucesivamente, y el directo “Kite At The Royal Opera” (2020), grabado en la Royal Swedish Opera con orquesta. “Tranås/Stenslanda”, “Hopelessly Unholy” y “Demons & Shame” son tres de sus piezas recuperadas para este nuevo volumen.

“VII” está compuesto por las catorce canciones integrantes de los siete singles de edición limitada que el dúo ha venido publicando entre 2020 y este mismo año. Pero Nicklas Stenemo (voz) y Christian Hutchinson Berg (sintes) no han querido que su primer álbum en estudio, o más bien recopilación, sea la mera agregación cronológica de los cortes, prefiriendo secuenciarlas con sentido. Por ejemplo, a la eufórica “Hands Out Of Drugs” (2020), un alegato distópico contra las drogas que recuerda a O.M.D., le sucede casi sin solución de continuidad “Tranås/Stenslanda”, del mismo año, creando una sensación operística acorde al tono general del disco. Junten a Anna von Hausswolff, Mercury Rev, un poco de John Grant, hasta el primer Ryuichi Sakamoto en las partes más atmosféricas, y obtendrán la sólida aleación de gótico escandinavo que Kite son capaces de fraguar.

La fúnebre “Remember Me” da comienzo al disco y da cuenta de su exótica emotividad, un poco entre Dead Can Dance, Jocelyn Pook y la mencionada von Hausswolff, presente en carne y hueso, ya no como influencia, junto al veterano Henric de la Cour, exvocalista del grupo sueco Ivonne, en la opresiva “Losing”. Es el single más reciente de Kite, con “Glassy Eyes” en su cara B, cuyo contenido lírico no es que sea tampoco la alegría de la huerta. “Hopelessly Unholy - Orchestral Version” encaja también en esa forma tan intensa de hacer música y que tanto predicamento tiene en un hemisferio que solo piensa en el Valhalla. Y en divertirse, porque entre tanta desesperanza y fustigamiento existencial, Kite no pierde de vista las melodías y los ritmos bailables en cortes como “Teenage Bliss”, aunque el dúo se encargue de aguarle la fiesta a la chiquillería con frases del tipopronto descubrirás que al final nadie gana”.

El tono general es épico y pesimista, optimista-realista si lo prefieren, pero Kite es un ejemplo perfecto de contraposición entre música y letra mostrando sin ambages las dos caras de la realidad, felicidad y tristeza, destino y esperanza. La tragedia dark wave prosigue con el techno irresistible de “Changing”, como unos D.A.F. redivivos. Brutal. “Bocelli” llega cargada de tintes apocalípticos y un rayo de luz, más o menos: “Tengo esperanzas de una vida mejor, deja de hacerme caer con mi frágil mente”. Después, “Bowie ‘95” nos presenta a un personaje incorrecto que no sabe nada de ahorrar, de política, de hacer carrera ni de su propia descendencia: “Se supone que debía tener hijos y enseñarles a ser, pero mi forma de idiotez finaliza conmigo”. Musicalmente contiene inventiva, tensión y gancho, y la voz recuerda mucho a la de Genesis P. Orridge.

Si comparamos esta última secuencia de sencillos con los seis primeros EPs de Kite, se advierte que su sonido ha evolucionado hacia terrenos más de epopeya, dramáticos y elaborados. Pero no puede negarse la enorme fuerza de este proyecto creado por sus dos componentes en Malmö y afincado hace mucho tiempo en Estocolmo, cargado de contemporaneidad sonora y de un gran sentido de la independencia artística. La extática “Panic Music” es otro ejemplo de ello, además de un antídoto efectivo y con buena pegada a la canción del verano. El disco termina con la instrumental “Hum Hum”. ∎

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