La primera vez que escuchas a Laufey, es inevitable pensar que conoces su historia al cien por cien. La típica historia de niña blanquita yanqui de familia de clase media que ha crecido en las faldas de papá escuchando viejos vinilos de Blossom Dearie, Julie London y Peggy Lee. La adolescente introvertida que vierte esas referencias en sus propias composiciones y que, de repente, no solo ve como lo peta su visión de la música tan vintage, tan de hilo musical para ascensores en comedias románticas, sino que incluso acaba confirmándose como una de las artistas favoritas de la Gen Z cuando sube a recoger el Grammy al mejor álbum de pop vocal tradicional por su segundo disco, “Bewitched” (2023).
Pero ahí está el truco: que toda esa biografía de Laufey que te has montado en la cabeza tan solo escuchando una canción es una ficción que nada tiene que ver con la realidad. De hecho, la realidad es que Laufey Lín Bing Jónsdóttir nació en Reikiavik once minutos antes que su hermana gemela, ambas hijas de padre economista islandés y madre violinista china. Así que nada de blanquita, tampoco de yanqui, aunque sí que es cierto que creció en una familia en la que la música siempre jugó un papel primordial. Laufey pasó su infancia entre Reikiavik, Washington D.C. e incluso Pekín. Empezó a tocar el piano a los 4 años y el violonchelo a los 8, graduándose finalmente en la facultad de música de Reikiavik, en la que, de hecho, rizando el rizo, también estudió canto. Y, precisamente al ver que el corazón de su público objetivo estaba en Estados Unidos, acabó mudándose a Los Ángeles a finales de 2023.
Esto implica que “A Matter Of Time” no solo es la reválida después del Grammy, sino que también es el primer trabajo que la artista realiza ya totalmente asentada en suelo estadounidense. Para ello, se encerró en el estudio con su habitual Spencer Stewart (Ravyn Lenae, Alessia Cara), con quien ya trabajó en “Bewitched”, y con un Aaron Dessner (The National) que es de suponer que llegó a la grabación todavía con olor a Taylor Swift en la ropa. La misma Laufey, por cierto, aparece en los créditos como coproductora. Y, conociendo su historial musical, no es errado intuir que fuese ella quien llevara las riendas de la producción además de tocar múltiples instrumentos como el piano, el violonchelo, el bajo eléctrico o el celeste, entre otros.
Ahora bien, “A Matter Of Time” no se dedica a seguir la línea continuista marcada por “Bewitched”, sino a ampliar el campo de batalla. Por el sistema circulatorio de este álbum siguen corriendo el jazz vocal, el lounge, la bossa nova y las big bands, además de las referencias de las crooner mencionadas al principio de este texto, a las que hay que sumar una poderosa presencia orquestal cinematográfica que hace pensar en el confortable espacio que existe entre Henry Mancini y Burt Bacharach. Lo interesante en este nuevo disco, sin embargo, es que Laufey coge de algunas de las divas pop más actuales para atraerlas hacia su propio estilo, y no al revés. No es que “A Matter Of Time” copie a Taylor Swift (obvio en una “Tough Luck” que es puro revenge pop), Amy Winehouse (la preciosa balada “Silver Lining” tiene la osadía de abrirse con la línea “I’ve been falling in bad habits, staring into the abyss / Drowning in red wine and sniffing cinnamon”, con el suficiente espacio entre “sniffing” y “cinnamon” como para dejar claro que no es “cinnamon” precisamente lo que ha estado “sniffing”), Kacey Musgraves e incluso Sabrina Carpenter, sino que las atrae hacia su propio sonido, las asimila y crea algo totalmente nuevo. Algo original, vibrante y poderosamente seductor.
Especialmente interesante resulta explorar el juego de espejos que se establece entre Carpenter y Laufey a tenor de este “A Matter Of Time”. Por un lado, y pese a las dudas que levantó la portada de su nuevo disco “Man’s Best Friend” (2025), Sabrina ha demostrado finalmente que lo suyo nunca fue una celebración del rollo bimbo descerebrada/pin-up ultrasexual/rubia tonta, sino una apropiación y resignificación por vía de la ironía. Por el lado de Laufey también hay apropiación de otro ideal femenino vintage construido desde la mirada masculina: el de la esposa perfecta que canta baladas al piano en el día de Navidad al lado de la hoguera. Pero su resignificación no llega por la vía de la ironía, sino por la de la actualización.
Incluso artistas como las mencionadas Dearie, London y Lee cantaban mayormente para el hombre, para una audiencia masculina que era la que refrendaba sus canciones sobre temáticas y pasiones femeninas. Pero, tal y como atestiguan las múltiples temáticas de “A Matter Of Time”, Laufey canta sobre mujeres y desde la perspectiva femenina, tocando temas burbujeantes y rabiosamente actuales como enamorarse de un amigo (“Clockwork”), amistades femeninas cuyas rupturas son tan intensas como las de pareja (“Castle In Hollywood”), relaciones tóxicas (“Tough Luck”), pérdida de dignidad por culpa del amor (“Cautionary Tale”), trajes hechos a medida para exnovios paternalistas (“Mr. Eclectic”), autosabotaje (“Sabotage”) e incluso sobre el choque frontal contra los estándares de belleza de la sociedad actual (“Snow White”).
Es decir: Laufey no es una imitación ni una revisión de las crooner que ya han sido suficientemente mencionadas en esta reseña. Precisamente porque no es una niña blanquita yanqui de familia de clase media sino una mujer chino-islandesa que se ha labrado su propio destino en Estados Unidos, Laufey puede permitirse deconstruir todo lo que significaron aquellas crooner para reconstruirlo aquí y ahora en una versión lista para el siglo XXI. Una versión que, de hecho, solo podía existir a partir de una mirada externa y alterna como la suya. ∎