Poco se parece la Lucinda Chua de “YIAN” a la que escuchamos en los discos para el sello Kranky –“You Are The One I Pick” (2009) y “Oh Holy Molar” (2012)– de su antiguo grupo Felix. De acuerdo, se puede decir que Chua sigue jugando en el pop de cámara, pero lo que ofreció en los EPs “Antidotes” de 2019 y 2021 y, sobre todo, ofrece en este debut largo es una versión muchísimo más depurada del subgénero.
No extraña leerle citar los dos últimos álbumes de Talk Talk, “Spirit Of Eden” (1988) y “Laughing Stock” (1991), como inspiración para este álbum art pop de sonido aéreo, espacios vastos y profundidad casi infinita. Pero en su búsqueda de lograr lo máximo con lo mínimo, Chua ha reducido todavía más la paleta instrumental: no hay amago de batería y ese trabajo rítmico se consigue a través de los teclados o su propia voz; su chelo cálido, a menudo filtrado por pedales, es el tercer vértice de un triángulo sónico que ella misma ha modulado como productora e ingeniera de sonido en ocho de los diez temas.
En los estudios, Chua buscaba sobre todo la creación de un espacio íntimo donde pudiera cantar y expresarse de forma abierta sobre sus experiencias. En concreto, su intento de recuperar, o casi de descubrir, la parte china de su identidad, con la que no tuvo gran contacto mientras creció en la ciudad británica de Milton Keynes. Sus letras no son específicas al respecto, y esa simplicidad resonante permitirá que cualquier oyente pueda identificarse con ellas e incorporar a la escucha sus propias experiencias; sobre todo las de distancias emocionales o búsqueda de una paz interior.
Cada canción de “YIAN” es un refugio en sí mismo, un horizonte ideal. Chua compuso “Golden” para perdonar a su yo más joven por algunas zonas grises y, cuando Laura Groves y Fran Lobo armonizan con la artista en el estribillo, es fácil sentirse brillar. Le sigue “Meditations On A Place”, el primer y mejor instrumental del lote (el otro es ese “Grief Piece” cargado de ruido disonante), único corte en el que las cuerdas no son obra solo de Chua, sino de una orquesta grabada en Budapest por Adam Wiltzie de Stars Of The Lid. Otra rara aportación externa: yeule aportando su voz aguda e hipnótica a “Something Other Than Years”.
Las teclas de un Rhodes vagabundo mandan en “I Promise”, amarga reflexión sobre la necesidad del poder amar: “No quiero quererte, solo quiero el amor que tienes”. Parecido ritmo titubeante rige “You”, en la que asoma, a nivel de coros, la Kate Bush de “This Woman’s Work”. El constante trémolo aplicado a las cuerdas resulta especialmente efectivo en “An Ocean”, preciosa balada sobre una distancia sencillamente oceánica. Sería el mejor tema del lote de no existir “Echo”, reparadora balada sobre el dolor de un trauma ancestral y, sobre todo, la necesidad de encontrar la fuerza para desdibujarlo. Merece la pena echar un ojo al videoclip del tema dirigido por Jade Ang Jackman: es el homenaje arty a “Lady Snowblood” (Toshiya Fujita, 1973) que no sabíamos que necesitábamos. ∎