Los programas de búsqueda de talentos como ‘Operación Triunfo’, y todos los que vinieron después, han proyectado una imagen –asimilada por la mayor parte de la audiencia mainstream– en la que la excelencia musical solo pasa por la técnica y la exhibición vocal, reforzada por una recua de preparadores. Si apareciese una bestia del infierno sin ojos y con la boca en la nuca ante uno de esos jurados, no provocaría tanto desconcierto como una actuación de Marcelo Criminal sin previo aviso.
Apóstol del hazlo tú mismo y la belleza de la imperfección, sigue fiel a ello en esta entrega tras un debut en Sonido Muchacho –“Momento de auténtica realidad” (2020)– en el que se percibía un poco más de brillo en la producción. El EP “Medio mensaje” (2022) –elegido el mejor del año por Rockdelux– dejaba claro que su apuesta original era una elección irrenunciable. Sin embargo, el minimalismo no está reñido con la variedad de arreglos, como muestra en las veintidós canciones que despacha aquí en poco más de cuarenta minutos. Desde el tecno-pop de juguete de “Música relajante para estudiar” al pop de guitarras de la estirpe de Los Lagos de Hinault de “Nueva identidad” pasando por el punk-pop de “Miedo a salir de noche” o las viñetas a lo Jonathan Richman en “Algo pasa con Mary” (Peter y Bobby Farrelly, 1998) de “Himno de la Avenida de Juan Carlos I”. Y hay más. Si unos pueden detectar aquí y allá rastros de Television Personalities, otros lo harán de The Magnetic Fields o de artistas patrios como Joe Crepúsculo o Charlie Mysterio, pero todo bajo su filtro cromático. De cultura pop e instinto melódico va sobrado, pero su superpoder sigue estando en la singularidad como letrista.
Más allá de la amplia variedad temática y de las frases memorables –“Soy heredero de una larga cadena de gente que no llegó a salir nunca de Ikea”, canta en “El Corte Inglés”–, sus letras son pequeños relatos con reflexiones incrustadas. El candor musical y la retranca lírica pueden hacer pensar, en escuchas poco atentas, que todo es en clave de humor. Y si bien es un elemento esencial, lo aprovecha para pillarnos desprevenidos y colar asuntos delicados entre el costumbrismo y el ocasional absurdo. La ansiedad y los psicoanalistas aparecen en varias canciones, al igual que el consumismo y el vacío de la vida moderna. El ritmo tropical de casiotone en “Qué hacemos luego” no diluye la tristeza de enterrar a un amigo.
Aunque estos últimos años ha establecido relación con unos cuantos popes de la escena indie nacional, aquí solo ha recurrido a Nacho Vegas para cantar con él un tema cuyo título ha llamado la atención de la prensa de todo tipo, “El día que murió Pedro Sánchez”. Si Dylan necesitó diecisiete minutos de “Murder Most Foul” para hablar del asesinato de Kennedy, a Marcelo le sobran tres para imaginarse el del actual presidente en las antípodas de toda épica.
Él seguirá cantando “me parece que soy la pesadilla de Karl Marx porque necesito mucho y casi no puedo aportar”, pero muchos ya sabemos que esto último no es cierto. ∎