No sé hasta qué punto ha sido beneficioso para María Villar que la carta de presentación de su primer álbum largo haya sido su versión makinera de “PUEDES CONTAR CONMIGO”, de La Oreja de Van Gogh (cuatro millones y medio de reproducciones en Spotify, por apenas trescientas mil de la future bachata “ME MIRABAS”, la segunda más escuchada). Por un lado, induce a engaño, ya que el estilo de la artista conocida como María Escarmiento dista mucho de esa chusta facilona. En cuanto al blanqueamiento que la generación Z está ejerciendo sobre uno de los grupos más cursis y mediocres que ha dado el pop comercial español, daría para otro artículo. No está mal romper con los prejuicios y el concepto de placer culpable, pero ¿realmente todo es reivindicable? ¿Vale cualquier cosa?
Ahora, el crítico carcamal se calla para mostrar su rendición ante otra evidencia: la evolución de María Escarmiento desde los EPs “Sintiéndolo mucho” (2020) y el “Diplomática” (2021) es gratamente sorprendente. Atrás ha dejado aquella idea a la que denominó reguetón industrial, y que tocó techo con un hit descomunal como “Borracha”. También la voz de línea clara que cultivaba cuando aún terminaba de salir de OT para hacerla pasar por todo tipo de filtros y efectos y una producción fresquísimamente hyperpop, con una constante explosión de colores, ritmos y sonoridades cambiantes y quiebros emocionales. Para ello ha contado con la colaboración de BLNCO, detunedfreq y Fran Laoren –también compañeros suyos en el colectivo Los Monsterz– y cameos tan significativos generacionalmente como los de Mda y Natalia Lacunza.
La temática predominante son los sinsabores románticos. No son grandes letras las suyas, pero a su favor hay que decir que suenan honestas y con intención de huir del cliché. Aporta dosis de crudeza en un drama que no suena impostado y unas cuantas imágenes sugestivas, como los edificios congelados en la citada “ME MIRABAS” o la pegada de la pastilla en “LLORABA TANTO”. Sin sobrepasar casi nunca los tres minutos, cada una de las canciones condensa muchas ideas con su punto de imprevisibilidad. La mayoría de ellas engañan al arrancar como falsas baladas que, de repente, se transforman en pepinazos bailables. La sensación que provoca es como si la protagonista estuviese deprimida en la cama y, de repente, se levantara de un salto, se vistiera y saliera a bailar sus penas, abrazando la euforia. ∎