“Prypiat”, lanzado en 2022, no fue el álbum debut de la catalana Marina Herlop, pero sí el que situó a la artista en un eslabón superior dentro de la escena vanguardista. Dentro de su nicho, y con su música de lenta digestión, se convirtió en una estrella de la experimentación electrónica, obteniendo un notable en ‘Pitchfork’ y realizando una gira de amplitud mundial. Tan solo un año y medio más tarde regresa con “Nekkuja”, al que ha apodado como su álbum más pop. Lo cierto es que de pop sigue sin tener mucho, pero no es tan extremista en lo teórico.
En “La Alhambra”, su primer adelanto, ya vislumbrábamos que había apartado algo más su faceta marciana, de forma más palpable al cantar en catalán en detrimento del lenguaje dadaísta e inventado que había utilizado con anterioridad. Armónicamente, también ha apostado por la tonalidad en favor de la modalidad, popularizando sus acordes y progresiones para acercarse a la escena barcelonesa. Las propias melodías también resultan más familiares, no por haberlas escuchado antes, sino por desarrollarse dentro de lugares más comunes. Así, el elemento diferenciador que trasciende lo mundano radica en algunas cuestiones de producción: esta es cristalina, repentinamente interrumpida en varias ocasiones y con texturas y decisiones que acercan su trabajo a una utopía bucólica.
“Busa”, canción con la que abre el disco, evoca a un jardín a través del arpa o la cítara, las risas de los niños que aparecen de imprevisto en primer plano y las armonías vocales, cuya paz trasnsita en el estribillo hacia una esfera más oscura. De hecho, el proceso de composición del álbum parte de la idea de la propia Herlop de podar las malas hierbas, imaginándose a sí misma como una jardinera que ejerce a través del sonido, algo así como una Mort Garson actual. Así, “Nekkuja” parece desarrollarse como una novela pastoril dividida en varias églogas: “Cosset” y “Karada” (segundo y último adelanto del trabajo) mantienen el vacío onírico propio de Marina, cercano a un espacio liminal, que solo parece completarse a través de la calidez de los instrumentos de cuerda pulsada, lo que se convierte en el elemento característico de su nuevo álbum.
Por supuesto, y aunque sea el disco más luminoso de Herlop, continúa siendo un trabajo tenebroso y, en ocasiones, casi fúnebre. “Reina mora” rompe espontáneamente tras una introducción percusiva, y su desarrollo resulta menos intuitivo que el de otras composiciones con las que comparte espacio. “Babel”, título con el que se cierra “Nekkuja”, se encuentra más cercana a la banda sonora (en la que Marina ya tiene experiencia, pues ha sido la compositora del soundtrack de la película “Chinas” de Arantxa Echevarría, estrenada este año).
En general, “Nekkuja” es un disco de afectos, más centrado en la atmósfera que en la estructura, anteponiendo la textura por delante de la composición. Por supuesto, es un álbum brillante, bucólico y folk (si entendemos folk por acercamiento a la naturaleza), pero, como toda música de vanguardia, es difícil desligarlo del futurismo: ni siquiera en la naturaleza existen espacios tan cristalinos y limpios como el que narra Marina después de haberlo podado. ∎