Álbum

Maruja

Pain To PowerMusic For Nations, 2025

Más que por sus notables últimos tres EP –“Knockarea” (2023), “Connla’s Wall” (2024) y “Tír na nÓg” (2025)–, el cuarteto de Mánchester Maruja (Harry Wilkinson al micro, Matt Buonaccorsi al bajo, Joe Carroll al saxo alto y Jacob Hayes a la batería) se ha hecho un hueco en el circuito alternativo gracias a un directo abrasivo y arrollador vinculado a la escena del Windmill londinense –ya se sabe: post-punk con saxos e influencias jazz como elemento unificador–. Su debut largo, tras una década de trabajo subterráneo y un significativo cambio de formación, atestigua precisamente la fe y la furia a las que se rinden sobre el escenario a través de casi una hora de baterías iracundas y revolucionadas, flamígeros riffs de saxo, bajos atronadores, desgarros, gritos y letanías seudomesiánicas. La imagen invocada se asemeja mucho a la de la portada: una tormenta de fuego de un rojo sanguinolento amenaza con devorar el mundo, un Jardín de las Delicias por el que vagan humanos consumidos por sus pesadillas, convertidos en las aberraciones de El Bosco.

Temas como “Saoirse” –o más aún “Zaytoun”, completamente instrumental– demuestran así la ambición cinematográfica de este trabajo, una especie de cuento contemporáneo sobre cómo la esperanza y la unidad siempre serán un salvoconducto en tiempos de idolatrías y oscuridad. La forma es la de un disco de post-rock, progresivo, con largas elaboraciones y una atención al detalle por momentos ambiental como la que caracteriza “Look Down On Us” o “Born To Die”. Pero el espíritu tiene la ignición política del post-hardcore y dinámicas heredadas del jazz y el rap, y está sacudido por una rabia noise: después de la tormenta de la primera, todo lo que queda es un minuto de ruido; la segunda se detona en su segundo tercio gracias a un giro opresivo, justo antes de volver a estallar en cientos de esquirlas post-hardcore. A lo largo de las dos, Wilkinson apunta al genocidio de Israel en Palestina, a los grandes señores del tecnocapitalismo, a las hambrunas o a la guerra, y navega entre aullidos este mundo de incertidumbre en busca de una salvación trascendental que, quizá, lleve a la unidad y así a una verdadera revolución.

Intercalando pasajes explosivos con otros de spoken word y con fraseos heredados del rap como los de “Trenches”, que dialoga directamente con los Rage Against The Machine más agresivos –Maruja han reconocido que Little Simz ha sido una gran inspiración para “Pain To Power”–, Wilkinson mantiene siempre una impostación dramática y teatral, y puede quedar cerca de un discurso demasiado mesiánico y de una pose de predicador. La combinación de todas las dinámicas del disco (los desarrollos post-rock, bombas como “Bloodsport” o “Break The Tension”, las infusiones jazz-punk o ese saxo de Joe Carroll que busca un efecto hipnagógico repitiendo frenéticos patrones arpegiados, formando una especie de leitmotiv apocalíptico que enlaza todas las canciones) es audaz, y consigue su efecto épico, avasallador y maximalista. Pero sin embargo no siempre encaja bien con la verborrea de Wilkinson: en muchos momentos su voz no encuentra el espacio que necesita entre la masa sónica convocada, siempre muy monolítica, y a veces todos los elementos –“Reconcile” es un buen ejemplo– parecen estar más en conflicto que en tensión o sinergia. Una sensación de caos que, sin embargo, encaja en la deriva maníaca que quizá requiere levantarse contra el sistema y seguir teniendo algo divino en lo que creer, más si somos nosotros mismos. “Pain To Power” encuentra su camino por la vía de la apoteosis, y por eso es un álbum siempre ascendente y urgente, caótico, furioso y oscuro, dominado por presagios en forma de saxofones y aullidos infernales. Pero también uno que cree que de las cenizas emergerá un mundo mejor. ∎

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