Contra todo pronóstico, Matt Pond PA ha conseguido que el invierno suene menos a invierno. Siempre ha habido algo en sus canciones que oscila entre la euforia y el anhelo propios del otoño, y este nuevo trabajo no es la excepción. Curiosamente, aquí nos entrega esa inyección de energía que convierte el lanzamiento de su decimocuarto álbum en un acontecimiento. No es casualidad. Desde finales de julio ha ido desgranando un buen puñado de sencillos, cada uno más brillante que el anterior, y ahora el rompecabezas encaja.
Matt Pond PA nunca ha sido exactamente una banda fija, sino que pareciera más un colectivo con músicos rotativos. El eje, sin embargo, siempre ha sido Matt Pond, el tipo que bautizó el proyecto con su nombre, añadió PA por Pensilvania y lleva más de 25 años desplegando música. En 2022, tras haber anunciado su retiro con “Still Summer” (2017), rebautizó momentáneamente el proyecto como The Natural Lines, nombre que ahora se infiltra en el título de este nuevo disco. Si hace falta recordar por qué es una figura relevante, ahí están las canciones. “Lily Two” y “New Hampshire” hicieron de “Emblems” (2004) un referente del indie-folk de los dos mil. “Several Arrows Later” (2005) perfeccionó la fórmula con estribillos como “Halloween” y “So Much Trouble”. Luego irrumpió “The Dark Leaves” (2010), uno de sus trabajos más vitales, con piezas tan redondas como “Specks” o “Starting”. Incluso un EP de rarezas como “Winter Songs” (2005) terminó convirtiéndose en un clásico de invierno con su inesperada versión de “Holiday Road” de Lindsey Buckingham.
Pero esta vez las baladas de folk-rock con las que se hizo conocido suenan más sobrias, más resueltas, donde el propio artista confiesa estar más lúcido que nunca. La madurez ha cincelado este álbum con exuberantes instrumentales y letras que, sin renunciar a su clásico tono confesional, destilan más intención que nunca. Si alguien cae aquí por primera vez, es fácil que piense en The Shins, Death Cab For Cutie o The National, pero lo que suena es Matt Pond en su versión más refinada. Como alguien que aún disfruta conduciendo rápido y lejos, pero que ahora lo hace con una mirada más serena.
Abrimos el melón con “Those Wings”, tercera pista del disco y uno de esos temas que entran directo en la lista de imprescindibles de Matt Pond PA. Su voz, con ese toque de reverberación que la hace flotar sobre las guitarras, se entrelaza con una batería que marca el pulso con precisión. Nacida de la imagen de un halcón proyectando su sombra en la carretera camino a North South Lake, captura ese vértigo entre caer o volar, entre el peso de la duda y la ligereza del impulso. Hablemos también de “Korea”, otro de los momentos más brillantes del disco. Compuesta con su colaborador esencial de toda la vida, Chris Hansen, en la banda sonora de un metraje de 1959 sobre un soldado estadounidense en el extranjero, la canción refleja el paso del tiempo y la huella que dejamos en los lugares por los que transitamos. Suena majestuosa, con cuerdas que refuerzan su melancolía expansiva y la voz de Mary Choi, amiga de una amiga, grabada en la intimidad de su casa.
Rítmica y desafiante, “Connecticut” es una de las piezas más directas del álbum. Coescrita con Hansen, su bajo melódico y su energía recuerdan a Joy Division, mientras Pond revisita su pasado con una mezcla de desencanto y aceptación. “You can take the kid from Connecticut, but you can’t take the cut from the kid”. No es nostalgia, es asumir las cicatrices y seguir adelante. La cuarta pista, “Goldie”, por su parte, es una despedida encapsulada en luz y memoria. “Goldie isn’t here / She left me sleeping with the lights on”, canta Pond, mientras las sombras del pasado se proyectan en “Sunlit squares, our lives were briefly framed”. La canción flota entre el miedo al futuro y la belleza de dejarse ir.
El disco está dedicado a Anya Marina, cantautora y compañera de Matt Pond, con quien se casó en 2023. Su relación inspiró las baladas de amor del álbum, especialmente “These Wings”, donde su voz se eleva sobre guitarras acústicas y las cuerdas de Hilary James al más puro estilo ELO. También está presente en “The Clivia In The Bedroom”, una instrumental nacida de la promesa de cuidar una planta como primer paso hacia una vida más estable.
En definitiva, Matt Pond PA entrega un disco de trece canciones redondo, de esos con los que podrías quedarte en una isla desierta, un golpe en la mesa de un artista que algunos habían relegado al olvido pero que sigue siendo un proveedor imbatible de canciones implacablemente pegadizas, capaces de ser contundentes y sutiles a la vez. Gracias. ∎