EP

Mausoleo

Refugio transitorioHumo Internacional, 2022

Los tópicos pueden aburrir, pero muchas veces son necesarios. Acotan una fracción de una realidad que (por naturaleza) es compleja, pero nos vienen estupendamente para ordenar esa misma realidad en nuestra cabeza, que (también por naturaleza) es limitada. Y sobre todo: casi siempre encierran algo de verdad. O mucha, según se mire. Cundió el estereotipo durante los años 80 de que Valencia era tierra abonada al synthpop colorista, aunque eso fuera tomar la parte por el todo. Y en los últimos tiempos es el post-punk sombrío el que se ha enseñoreado de una escena que es completamente diversa, pero parece tener especial aptitud para las guitarras ominosas, los bajos corpóreos, los ritmos febriles y los textos de franca desazón existencial. Son Mausoleo, junto a Margarita Quebrada y –por supuesto– unos La Plata (su vocalista Diego Escriche les masteriza) en plena expansión de su argumentario primerizo (todos con el precedente de los extintos Antiguo Régimen), quienes más ruido están haciendo. Y claro, hay nueces detrás.

Al trío formado por Andrés Sanabria (guitarra y voz), Xus Arcas (bajo) y Mikel Cabanes (batería) le van las distancias cortas. Al menos, de momento: un primer EP de cuatro canciones (Extraño”, de 2019), un álbum de solo ocho (Absolución”, de 2020) y ahora otro nuevo EP de cinco cortes, el que supone su debut para el sello asturiano Humo Internacional, presto al rescate de sonidos que hurgan en el mantra del desasosiego desde distintos prismas. Todo suena aquí más sólido, más afianzado, más contundente que en anteriores entregas. La oscuridad está ahí, no hay más que escuchar “Claridad” (el título es antítesis de su contenido, desde luego) o “Detrás de un disfraz”, canciones que en una primera escucha justificarían que se les metiera en el arcón más obsesivo y fibroso del género, por no mentar una palabra que seguro les desagrada: “siniestro”. Ay, los reduccionismos. También inevitables.

Pero el timbre de voz de Sanabria (con ese acento que revela su origen colombiano) recuerda en más de un momento al de Germán Coppini en la época de Golpes Bajos, aunque el inicio de “Epifanía” evoque los tapices de guitarra de Johnny Marr en The Smiths. Los cambios de ritmo de “Testigo”, que pasa en segundos de la agresividad al lirismo, también revelan que la banda va dotándose cada vez de más registros. Pero es la trepidante “Verte ser” lo mejor de estos veinte minutos: un claro single –fue el adelanto– que tiene pegada, reprise, intensidad y atmósfera mesmerizante, de esas que le dejan a uno embobado. ∎

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