“¡Mazoni ha vuelto al pop, Mazoni ha vuelto al pop!”, gritan en las plazas. Después de acercarse a la canción de autor de la mano únicamente de una guitarra acústica en “Carn, os i tot inclòs” (2017), agrupar temas perdidos en “Cançons robades” (2018), arroparse con la visceralidad del rock en “Desig imbècil” (2019) y orbitar alrededor de Beethoven en “Ludwig” (2021), Jaume Pla, Mazoni, ha regresado tras cuatro años de sequía discográfica con “Banderes per daltònics”, un trabajo de indiscutibles raíces pop, género que aupó al ampurdanés a la primera línea de la canción en catalán hace casi veinte años gracias al incontestable “Esgarrapada” (2006). Tras cerca de diez años de experimentación musical, en la que llegó a la cima en su penúltimo trabajo, un acercamiento a Beethoven desde la música contemporánea, Mazoni ha decidido que ya era el momento de recogerse y recuperar esa sonoridad que colocó su nombre dentro del circuito de la música popular catalana en la primera década del siglo, abandonando quizá algo de cerebralidad en sus canciones y sustituyéndola por olfato de músico, ese que consigue que todo termine de sonar bien a través de mecanismos ya explorados y caminos cien veces recorridos.
Las intenciones de Pla no pueden ser más evidentes que lo que se deja ver en “Un petit racó de pau per cadascú”, que con una elegante melodía, envuelta primero en una tersa batería, a la que se añade un discreto sintetizador y rompe en un estribillo al que ya se han sumado bajo y guitarras, configura un primer corte ejemplificante de este retorno pop. Sigue “La cuina està tancada”, que tras desvelar el nombre del disco en su tercer verso se adentra en un rock de metáforas culinarias sencillas. La revitalizadora “Set de nou”, con una guitarra finísima a cargo de Jordi Bastida –quien, por cierto, acaba de debutar en solitario con el precioso diorama pop “uno de esos días” bajo el nombre de Chico Jorge–, da paso a “Ja no em lliguen les cadenes”, uno de los cortes más sinceros del “Banderes per daltònics”, cuyos riffs acelerados son la cara opuesta de los punteos de guitarra acústica de la dylaniana “Cançó trista”.
Ecos de los Beatles toman “Fe dins la tristesa”, en la que Pla enumera su lista de imprescindibles para no perderse: “Un crit d’home lliure / I un tros de misteri / Tots els teus somriures / Les claus d’un imperi / Lluita i mà esquerra / Fe dins la tristesa”, para luego pasar a “Perdre per guanyar”, la banda sonora de un wéstern electrónico en la que insiste que “la pasión de los padres es el viacrucis de los hijos”. Mazoni se adentra en “Quant temps fa que no plores?” a través de un grito en la lejanía y un piano que marca el tempo, en un corte que bien podría formar parte de un disco de villancicos, para después romper con la estética pulida del álbum con la agresividad fugaz de las guitarras de “Putes xarxes socials”, en la que señala las inacabables contradicciones que mantenemos a diario con las redes sociales. Una sutil dosis de pop electrónico, que se sitúa casi en el terreno de la broma, arropa “Gesticulació testicular”, antes de terminar la jugada con la autorreferencial “Peix brillant”.
El ejercicio pop es redondo: quien pudo haberse quedado ahí y hacer veinte años de carrera desde el inmovilismo decide que no, que mejor se mete en barullos musicales, para los que encuentra salidas brillantes, que hoy aprovecha para lucir en un género que ya sabíamos desde hacía mucho que dominaba. ∎