Disco destacado

Nusrat Fateh Ali Khan

Chain Of LightReal World, 2024

Parece increíble que estas grabaciones del insigne cantante pakistaní Nusrat Fateh Ali Khan (1948-1997) hayan estado tanto tiempo durmiendo en los archivos del sello Real World, porque tienen la categoría de sus grandes clásicos. Este maestro del canto qawwali dejó una profunda huella en la música popular gracias al fervor volcánico de su voz y al empuje de su party (grupo), integrado por coros, palmas, tabla y armonio. Juntos lograban que esta música devocional, de origen sufí, traspasara el ámbito religioso para alcanzar un profundo impacto no solo en los amantes de las músicas del mundo, sino en la escena pop. Ahí están el “Massive Attack Remix” de su clásico “Mustt Mustt” (1990) o los dos temas que compartió con Eddie Vedder en la banda sonora de “Dead Man Walking” (1995). Por no hablar de Jeff Buckley, que decía de él que era su Elvis.

Todo eso sucedía tras haberse consagrado en el mercado internacional, primero gracias al sello francés Ocora, que editó “En concert à Paris Vol. 1” (1988), grabado por Radio France en 1985 en el Théâtre de la Ville, el mismo año en el que Peter Gabriel lo invitó a actuar en el festival WOMAD. Antes, durante los setenta y principios de los ochenta, ya había editado muchos casetes, pero la fama mundial no le llegaría hasta que se hizo cargo de su obra Real World. Su voz aparece en “Passion” –tema crucial de la película de Martin Scorsese “La última tentación de Cristo” (1988)–, que también titula el álbum editado en 1989 por Peter Gabriel expandiendo la banda sonora. Fue la primera referencia de Real World, un sello que dio en la diana al hacer colaborar a Nusrat Fateh Ali Khan con el músico canadiense Michael Brook. Fruto de ello fueron los álbumes “Mustt Mustt” (1990) y “Night Song” (1996), que llevaron el original qawwali al terreno de la fusión, algo a lo que también contribuyó el disco de remezclas póstumo “Star Rise” (1997), en el que se ocuparon de su música Talvin Singh, Asian Dub Foundation, Nithin Sawhney y otros nombres de la entonces pujante escena del asian underground.

Una experiencia religiosa. Foto: Guido Harari
Una experiencia religiosa. Foto: Guido Harari

El efímero estrellato del pakistaní lo llevó a convertirse en una sensación de las prestaciones en directo. Sus inolvidables conciertos de debut en nuestro país, los días 1 y 2 de abril de 1989 en el Mercat de les Flors barcelonés, causaron una auténtica conmoción en los que tuvimos la suerte de estar presentes, aun sin entender nada de sus cantos en lengua urdu y punjabí. Esa magia y ese torbellino están reflejados en estas cuatro grabaciones inéditas –mezcladas ahora por Craig Conard y Michael Brook– realizadas en 1990, en los estudios del sello localizados en el condado de Wiltshire, cuando estaba a punto de convertirse en un músico trascendental. La primera invocación, “Ya Allah Ya Rehman”, remite a la seminal plegaria “Allahu”, que en la tradición sufí se repite tres veces para interpelar al todopoderoso. Iniciada con palmas, armonio y tabla, pronto entra su voz para sentar cátedra, primero de una manera contenida, realzada por los coros, pero pronto su jondo adquiere una profundidad cuyas cabriolas y florituras se van volviendo más intensas y rápidas, conectando con los melismas del canto clásico persa y a la vez mostrando un desgarro que entronca con lo más dramático del flamenco, desde una óptica personal e intransferible que a medida que avanza el tema llega a momentos de auténtica catarsis colectiva del party, con cantos al unísono y de llamada y respuesta que pueden emocionar al más agnóstico.

En la siguiente composición de qawwali tradicional, “Aaj Sik Mitran Di”, baja el tempo de la música pero en ningún momento el arrebatamiento de su voz, que de nuevo alcanza cotas de un lirismo próximo al éxtasis, siempre llevado en volandas por sus acompañantes. El tercer canto qawwal, “Ya Gaus Ya Meeran”, es una rareza, ya que nunca antes había sido grabado; una compleja melodía que muestra la destreza vocal del cantante mostrando momentos de gran armonía con el conjunto y a la vez fases en las que domina el contrapunto. Es una complejidad que quizá no sea tan vistosa, pero que sirve para comprobar otros matices de su arte, siempre sublime. Y del fraseo repetitivo del final del tema sale el enigmático título del álbum: “Cada respiración mía está relacionada con su cadena de luz”. Para el final se reservan “Khabram Raseed Imshab”, otra melopea, tomando la palabra en el sentido de embriaguez espiritual, que empieza reposada para embalarse hacia cotas de auténtico embeleso, en un profundo trance colectivo de difícil descripción, aunque ideal para comprobar la grandeza de un cantante irrepetible. ∎

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