Con dos epés publicados hace un par de años –“Presa” (2022), de seis canciones, y “Caza alcance” (2023), de cuatro–, el tiempo transcurrido hacía pensar en lo peor, dado que no son buenos tiempos para el rock arriesgado y sucio.
Afortunadamente, los temores se han disipado este año, con la aparición en marzo y mayo de sendos singles, anticipos de la publicación, el pasado 15 de septiembre, de “Cuerpo en llamas”, un disco de ocho canciones y apenas 28 minutos de duración –¡menos da una piedra!–, grabado, curiosamente, ¡en agosto del año pasado!, pero que nos permite comprobar el excelente estado de forma de la banda que lidera Samuel Fonseca. PRESA es ahora un cuarteto, ya que antes de la grabación del disco incluyeron en la formación un batería de carne y hueso, Sergio Valdés, en sustitución de la caja de ritmos con la que trabajaba hasta el año pasado el entonces trío. La contundencia del nuevo sonido queda puesta de manifiesto desde los primeros golpes de baqueta de “Viene y va”, el tema con que se abre el disco, una canción de ritmo crispado y urgente, que marca la línea maestra de su sonido actual. Cuando comienza “Detrás de la luz” la impresión es desconcertante y brutal, porque el tono de voz de Samuel es absolutamente parecido al de Corcobado. En otros momentos, como es el caso del blues de “Mano a mano”, no solo creemos reconocer la voz del de Fráncfort, sino la atormentada crispación de Demonios Tus Ojos. No pretendo en ningún momento quitar mérito alguno a PRESA porque encuentre paralelismos con la música ochentera más cruda que se haya realizado jamás en España. Lo que sucede es lo contrario: es el asombro de volver a encontrar el rastro de un camino musical que llegó a vía muerta y se detuvo en un paraje ignoto durante décadas… y ahora se ha desenterrado.
Dejando a un lado “Cuadro”, un tema que tiene más que ver con la estética de Los Planetas; “Olvidé”, de una rabia algo más punk, y “Reina de ruinas”, lo más cerca de una balada demoníaca que se sitúa PRESA, las otras cinco piezas desprenden un fragor telúrico que imagino absolutamente ensordecedor en directo. Ni que decir tiene cómo deseo escuchar así “Perdóname” o “Cuerpo en llamas” –la canción que da título al trabajo–, que considero los mejores temas de un disco que produce un efecto absolutamente catártico. ∎